lunes, 28 de junio de 2010

El descanso y la caída

Sorpresas tiene esta vida, y prácticamente no hay día en que alguien no me diga, en confianza, que elegí un momento magnífico para romperme el peroné. No es fácil vivir un Mundial en otro huso horario: el orden habitual de las cosas queda completamente trastocado durante un mes, las mañanas entregadas al fútbol, las tardes y noches dedicadas al resto de ocupaciones que completan la vida de un hombre. Hay que gozar de un amplísimo margen de libertad profesional (además de ser soltero o vivir con una mujer extraordinaria) para seguir estrechamente el orden de los partidos, concatenar causas y efectos y ser capaz de respirar, a miles de kilómetros de distancia, el ambiente sudafricano que nos perdimos, también, por el dichoso peroné. Decenas de conocidos resoplan todo el día para mantener los malabares en el aire y no perderse enfrentamientos estelares.

El sábado no es un día de enfrentamientos estelares, y decido aventurarme al cine con mi hija, una amiga suya y el padre de ésta. Son las tres de la tarde, y en las calles se nota que juegan Estados Unidos-Ghana y no Brasil-Chile (aunque nosotros, por supuesto, hemos grabado el partido y rehuimos cualquier mirada fugaz al televisor del bar donde comemos algo antes del cine). Qué bonito día, pienso. ("Y sí, boludo", me dice mi amigo: "llevas una semana viendo la tele sin salir de casa"). "Bueno, joder, tú tienes dos peronés". (Etc, etc...).

Toy Story 3, como suele pasar, nos impresiona más a los adultos que a las niñas, y nos sentamos a tomar un té antes de volver al frío exterior. Dejo el abrigo en la silla para dirigirme al baño, y me apoyo en una silla para coger las muletas. Un segundo después, estoy tirado en el suelo, abarrotado de tornillos, y no me he roto el cúbito, como Drogba, de milagro. Cuatro brazos me levantan con fuerza del suelo. La niña se asusta. He salvado la pierna (el arte de fingir penaltis fuera del campo), y parece que lo único que se ha roto en el lance es la silla. Típico momento para poner una demanda al café y perder una tarde. Me encamino al baño, a ritmo de tortuga, y recuerdo mi partido de octavos grabado en la televisión. Cuando llega la madre de la criatura, un rato después, me deslizo en un taxi bien climatizado y sólo visualizo un sofá, un cuaderno, un mando y una televisor de alta definición de 32 pulgadas.

Eso me pasa por salirme de la rutina...

Pd. Tristes por la eliminación inglesa, soñamos con que no se repita la aciaga semana de julio de 2006, cuando vimos despedirse en orden a nuestras tres selecciones (España, Argentina e Inglaterra).

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