jueves, 30 de septiembre de 2010

Al trote, al trote, al trote

Sensaciones magníficas casi olvidadas: comprar la botellita de agua, asegurarse de que el mp3 está cargado, regresar a ese parque, al lago, aparcar debajo de los árboles, estirar los isquiotibiales, empezar a caminar, buscar un ritmo alto (voy a seguir al pie de la letra las instrucciones de la fisioterapeuta), mantenerlo, cruzarse de vez en cuando con morenas importantes, admirar la precordillera y el perpetuo sol local, buscar el camino de tierra para evitar el asfalto, darme cuenta de que voy rápido y no duele, ¿cuánto llevaré ya...?, cambiar de disco, empezar a gozar del flujo de endorfinas en la sangre, recordar los meses madrileños de horizontalidad forzosa, la impotencia, los pinchazos diarios de heparina, caer en la cuenta de que puedo volver a pescar, especular con alguna aventura primaveral, darme la vuelta para evaluar completamente a otra morenaza, empezar a contar cuánto queda para correr esos 500 metros bautismales (sólo cuando haya caminado cinco kilómetros a buen ritmo), volver al asfalto porque voy pisando las talones a un señor que camina con su perro exactamente a mi velocidad, las manos llevan ya su propio ritmo, cuatro por cuatro, y de repente, cuando veo por segunda vez el cartel que dice "500 metros", los dos pies se despegan del suelo y resulta que estoy corriendo, trotando, estoy adelantando a caminantes, seis meses sin sudar, y el cerebro es definitivamente una rosa que ya no sabría qué contestar a la pregunta de si quiero volver al fútbol o no.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Lo más parecido a un dios menor

"¿Sabés qué jugador podría haber sido yo si no hubiese tomado cocaína? Qué jugador nos perdimos..."

No había visto el documental de Emir Kusturica sobre Maradona, quizá por la absurda convicción de que ya sabía lo que me iba a encontrar, pero debí darme cuenta de que hay películas, o reportajes, en los que basta colocar la cámara y empezar a grabar para sorprenderse. No podría haber un documental aburrido sobre el mejor futbolista de la historia. La película nos devuelve al Maradona anterior a su paso como seleccionador nacional y a su torpe ajuste con los modos y rutinas de ese oficio terrenal (organizar, seleccionar, disponer, representar). "No es fácil ser Diego Armando Maradona", como escuché un día por la radio. El peso enorme de la pasión ajena sólo lo conoce quien es capaz de despertarla. En esto, Maradona (que confiesa su admiración por De Niro) tiene mucho más que decir que Bono, Brad Pitt o cualquier estrella perseguida hoy por los 'paparazzi' de este mundo. Su estela sólo podría compararse con la de Elvis, Brando, Michael Jackson: artistas innovadores de resonancia planetaria y trascendencia atemporal que pagaron en sus carnes el precio del éxito masivo. Tenía razón Mano Negra: "Si yo fuera Maradona, viviría como él". No debe ser fácil representar a un dios menor. Ello no le faculta para ser un buen seleccionador ni para que sus opiniones políticas tengan mayor validez que los impulsos emocionales de cualquier otro hijo de vecino, pero nos permite rebobinar la cinta y regresar al periodo en que entraba y salía de las clínicas de desintoxicación y hablaba sobre sus debilidades con una franqueza y una profundidad jamás vistas en una estrella global.

Cuando le mandé a mi amigo M. un vídeo con los mejores goles de Maradona por su cumpleaños, allá por 2008, recuerdo haberle escrito en un papel pegado al DVD que me habían impresionado, sobre todo,"las hostias que le daban". Se las arreglaba para salir airoso de entradas criminales permanentemente. El documental de Kusturica es un poco repetitivo en algunas secuencias presuntamente cómicas de animación con mensaje político, y también incluye numerosas tomas del "gol del siglo". Yo, sin embargo, reparé por primera vez en la asombrosa fortaleza de piernas que muestra el siguiente vídeo: su primer gol contra Bélgica en las semifinales del Mundial '86 (Bélgica podría haber sido España si Eloy hubiese metido su penalti). No me importa ahora el golazo (en el que dribla, por cierto, al mismísimo Eric Gerets): me importa cómo logra sostenerse en pie, desequilibrado, trastabillado y eufórico, cuando corre a celebrarlo. No es mala metáfora de su vida. Cualquier otro se hubiese ido al carajo.





jueves, 16 de septiembre de 2010

La pausa


¿Para qué sirve correr mucho todo el tiempo? La pregunta, de obvias implicaciones vitales, nace sin embargo de una experiencia modesta: haber visto el primer tiempo del Real Madrid-Ajax de ayer miércoles en un rato robado a la rutina. La velocidad, como todas las armas, es útil únicamente si se emplea oportunamente: en el fútbol, la expresión "matar moscas a cañonazos" adquiere formas variadísimas que en el último Mundial desembocaron en un consenso final alrededor de las bondades del 4-2-3-1: de la misma manera que no es lo mismo correr mucho que correr bien (la conjunción de ambos factores genera el desequilibrio: Xavi es el jugador que más kilómetros recorría en la selección española), no es lo mismo jugar con varios delanteros que marcar goles. Y ayer, en medio del asedio poco fecundo del Madrid a un Ajax menor, este descontrol quedaba plasmado en el juego de Ángel Di María, el fichaje más caro del verano blanco. Es improductivo correr mucho siempre, porque en muchas ocasiones hace falta otra alternativa y, además, se pierde toda capacidad de sorpresa. Al joven Di María le falta esa característica discreta que sólo los entrenadores veteranos incluyen entre las cuatro o cinco virtudes cardinales de un buen futbolista: la pausa. Messi ha demostrado que no es innata: se puede aprender.

(Foto cortesía del diario Abc)

viernes, 10 de septiembre de 2010

Amistosamente


En las gradas, argentinos cabales y cariñosos nos felicitan por el Mundial y, en el descanso, con el 3-0, entreveran gags sobre el resbalón de Reina con el comentario irrefutable de que "igual, te digo, prefiero ganar el Mundial y perder este partido". Hay un punto de excesiva tranquilidad en el estadio, a pesar de las patadas de Heinze y el esfuerzo automatizado de Xabi Alonso. La primavera ha llegado por fin a Buenos Aires. Cobran diez pesos por una botella de agua. El momento más emocionante es la lluvia de confetti albicelestes inicial, que tapa el sol, y con la que se conmemora un bicentenario que Del Bosque, sabio y prudente, no estropearía nunca. El resultado acaba siendo exagerado (el resbalón, los postes, Messi). No puede jugar igual un equipo que deja a Casillas, Puyol, Sergio Ramos, Xavi y Torres fuera del campo. Pero sirve para dar una alegría a Argentina, poner a Maradona en su lugar (se juega mejor con mediocampistas y con laterales que sin ellos), terminar con el incomprensible mito de Marchena y recordar la mortalidad en una circunstancia sin peligro. Media hora después, un profesor de bajo envía el siguiente SMS (textual): "Fuiste al estadio? O te quedaste en "CASILLAS"? Jaja un abrazo".