lunes, 12 de diciembre de 2011

El golazo de Marcelo

Al sur de la provincia, allí donde la prosperidad induce a exóticos movimientos secesionistas, todavía puede uno alcanzar el reto heroico de estar desinformado. Son las seis y veinte de la tarde y estamos tirados en unas mantas frescas a la sombra del gran coche, protegiéndonos del sol austral. La brisa es agradable: es el sol directo lo que te mata. En estas condiciones, y a una altura respetable sobre el nivel del mar, pescar truchas no es inteligente ni divertido.  La presencia del Fernet es enteramente secundaria. Son las seis y veinte de la tarde y el Madrid-Barsa ya ha empezado. No parece haber conexión 3G. A nadie más que a mí le importa el partido, pero estoy corriendo una carrera de 24 horas contra la información y cualquier desliz estropeará el goce postrero de este largo fin de semana vivido como los octogenarios (cama - desayuno - paseo - lectura - aperitivo - almuerzo- siesta - masaje - ducha - cena - copa - cama, and so on). A las 6.20, lo único que ha de trabajar en mi horizonte es el descodificador de DirecTv, grabándome el partido para el domingo. Quiero proteger mi vida de Internet, musa y verdugo... Afortunadamente, en este lago poblado de truchas y percas no parece haber conexión 3G y a nadie se le oye preguntar por el Madrid-Barsa y la oportunidad (primera) de decretar un cambio de ciclo en el fútbol español y mundial. Pero tengo que hacer un esfuerzo y estar alerta, después de 48 horas celestiales de jubilación anticipada.

Doy aviso a mis amigos de mi vocación de aislamiento.

Pasamos un buen rato tumbados en las mantas, protegidos del sol. Se parece un poco a la felicidad.

Suena el pitido de los SMS. Mi primo (querido): "Marcelo acaba de marcar 1 golazo..."

Dejo de leer el texto a la mitad y cierro el móvil con determinación. En realidad son dos mensajes; calculo que han llegado en una fugaz intromisión de Gran Hermano en el bello paraje andino.

Apago el teléfono. No hay euforia. Me sirvo un vaso. Circulan anécdotas orquestales descojonantes.

Transcurren el atardecer rosáceo, el aperitivo de la cena, la cena, la copa, las ocho horas de cama.

El domingo a las 14.30, cerca ya de la ciudad, amago con cantar victoria mientras nos sentamos en la taberna donde vamos a despedir la escapada. Pero callo y estudio la oferta de vinos. 

"¿Y vos de dónde sos..." 

"De Madrid"

"Estará contento con la goleada... Nosotros somos del Atlético y estamos contentos"

(Me tapo los oídos entre la risotada general y mi amigo E. explica el motivo de mi comportamiento extraterrestre. Alguien menciona al Cholo Simeone).

"Yo sólo sé que Marcelo ha metido un gol"

(Pausa)

Un niño que se ríe mucho suelta: "¡Ha habido un gol a los 22 segundos!"

El adulto le corta:

"No me haga caso, vea el partido. No más bromas, chicos"

No quiero conversar más. Pienso en el gol de Marcelo y me aferro a cien clavos ardiendo. Me quedan  la milanesa más grande que he visto en mi existencia, 85 kilómetros y una hora de tele para entender el asunto.

En casa cedo poco a poco a la fuerza del presagio.

Mientras Iniesta es ovacionado por los buenos y abucheado por los menos buenos, termino de leer el primer SMS de mi primo: "..., ajustado al palo donde no llega el portero, un rebote increíble El único fallo es que es en su propia portería :-(, . que cagada"