sábado, 25 de diciembre de 2010

Soldado raso

La tarde va refrescando el ambiente bajo el parral del Negro, y una vez comprobada la viabilidad de la conversación grupal se produce ese momento mágico en el que todo el mundo hace lo que le da la gana sin dejar de compartir el tiempo y el espacio. Es un momento idóneo para fumar un cigarrillo, pensamos, el primero del día (las seis de la tarde), y nos adentramos en la casa para buscar unas cerillas y salir después, sin ser vistos por la niña, a través de la puerta principal que da a la calle, esquivando el jardín. Todo parece irnos bien, como a un Clouseau andino en plena operación encubierta, hasta que escuchamos las palabras de la centinela universal: "Quiero jugar con vos, papi". [subtexto: Quiero jugar con vos, papi, por lo que el cigarrillo, que además te hace daño, te lo fumás en otro momento]. La niña tiene una bola de tenis en la mano. Petrificados en el salón, a solo cinco metros de la meta, evaluamos vertiginosamente nuestras opciones (el cigarrillo escondido en la mano derecha, las cerillas acusadoras en la izquierda) y tomamos, sin que sirva de precedente, la decisión correcta: "Magnífico, preciosa. Vamos".

La parte asfaltada del jardín del Negro es alargada y estrecha, perfecta para un partido de dos contra dos (de niños no mayores de diez años) en el que se permita jugar con las paredes como aliados que jamás te fallan una devolución rápida. La gente sigue charlando en la mesa, se oyen risotadas, ha aparecido el mate, y en la parte asfaltada del patio sólo hay una niña de 5 años y un señor de 37 con el peroné reconstituido y una duda no resuelta. Cada uno ocupa un extremo del espacio y defiende una portería imaginaria, pero una juega y el otro piensa, rumia, hasta que se ve obligado a dormir la pelota de tenis a media altura con el empeine y le invade una extraña emoción. Nos preguntan a lo lejos si queremos media lunas, pero ya estamos afinando los disparos (suaves, infantiles, rasos) al punto en el que estaría el poste imaginario de la cancha del Negro. Uno de esos suaves disparos cruzados se le escapa de las manos a la niña, y la extraña emoción se desnuda en un grito exagerado de "¡¡Gooool!!"

La niña juega de todo y ahora se viste de negro: "Pero papi, no vale, el gol salta..."

"¿El gol salta...?"

"Sí, papi, tiene que levantarse la pelota... Si no, no vale"

En el imaginario de la niña no cabe el gol a ras de tierra, y parece totalmente consciente de que esto es un simple entrenamiento, que seguimos a medio gas, deshojando la margarita, viendo demasiados partidos del Villarreal, rememorando aquel cambio de ritmo de Barrio Parque. El gol salta, papi. No se aceptan medias tintas.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Tanganas

El fútbol es un arte generoso en patadas y fracturas, y los futbolistas son empleados expertos en dejar en la cancha las miserias de la condición humana: ni Xabi Alonso se va a comer a De Jong la próxima vez que juegen contra el Manchester City ni Puyol (espero) se va a negar a compartir línea de 4 con Sergio Ramos en el próximo partido de la selección española. Si tuviésemos oportunidad algún día de entrevistar a Maradona, le preguntaríamos algo que no mencionó Kusturica en su notable documental: ¿qué aprendiste de la patada de Goicoechea?


¿Puede negarse que algunas peleas futbolísticas tienen una mística especial? Como en casi todo, hay una notable distancia entre el discurso oficial (repudio) y la realidad: los sitios web de los periódicos deportivos ofrecen muchos días vídeos de hostias memorables habidas en la liga de tal o cual país. Lo interesante es que algunas tanganas permiten calibrar la auténtica fibra moral del futbolista profesional. La que cerró el memorable triunfo del Barsa anteayer permitió comprobar el indiscutible liderazgo de Casillas entre sus compañeros y rivales: propongo revisar el vídeo y seguir su itinerario, con especial atención al achicamiento del chulo Valdés (00.29 segundos) y su contención del vestuario blaugrana al completo (00.40). El día que Mourinho dejó de ser Mourinho, Casillas recibió cinco y salió indemne. Él jamás le pondría la mano en el cuello a Xavi Hernández.

(Posdata: por primera vez desde que pisó un campo, tiene razón el marciano Gurpegi: "Si yo hago lo de Ramos, me dan de tres a cinco partidos").

viernes, 12 de noviembre de 2010

Un pez llamado Isabela



Al ex futbolista amateur, que ya no juega partidos los domingos, se le abren  nuevas posibilidades; y vuelve a la pesca como quien regresa a la casa de campo de sus padres tras un par de lustros de aviones, borracheras playeras y gafas de sol. Hace sol en el oeste, y al pie de la montaña experimentamos un olvidado placer de excursionista que conduce sin prisa con el coche lleno de sillas, nevera y parrilla nuevas; las niñas, detrás, con los cinturones bien ajustados, conviven asombrosamente bien con un disco islandés; la mañana es espléndida; paramos a comprar un costillar y me descubro bailando en la calle con una princesa de cuatro años. Un par de horas después, la carne está casi lista, las niñas corretean por la hierba, la luz se filtra entre los álamos y las cañas reposan plácidamente en la orilla.

Dejó dicho un erudito resentido que "el infierno son los otros". El lago es grande, y nuestra única compañía dominical es una familia de tres miembros al otro lado del agua. Evidentemente, no es su primera visita a la zona: clavan peces con frecuencia y cierta ostentación sonora. Pero no han traído una sacadora, así que el padre o el hijo corren periódicamente hasta nuestro campamento base (cerca de unos bancos y mesa de piedra, junto a un fogón) para pedírnosla y culminar con éxito el último trance de la pelea. No puede ser su primera visita a la zona, porque nosotros todavía estamos tratando de encontrar la profundidad adecuada para colocar la alfalfa y deparar a las niñas el primer pez de su vida. El asado está preparado, así que suspendemos toda actividad paralela durante un largo rato.

Concentrados en la carne y el vino fresco, no nos hemos apercibido de que un pez grande (probablemente víctima de nuestra sacadora) cuelga, ensartado con un alambre por las agallas, del parachoques del coche de nuestro compañero de pesca, a quien a partir de este momento nos referiremos como el australopithecus. El pez cuelga, aparentemente inerte, del parachoques y nosotros apreciamos su belleza desde la mesa de madera. Una de las dos niñas suelta su tenedor y rompe el silencio: "¡Está vivo, papi!" Grita con una alegría irrecuperable. Y nosotros sólo requerimos otro estertor del pobre bicho para comprobar que, en efecto, la niña tiene razón: el australopithecus no ha considerado necesario matar al pez y ahorrarle un par de horas de agonía vertical a la sombra de los álamos. En las cabezas infantiles el asado ya no importa. Vuelan. Hay una misión imposible mucho más importante que pescar o comer o contemplar la belleza quieta de la sobremesa: salvar a Isabela. El pez, en su noble silencio, ya tiene nombre y enfermeras.

La tarde se ha bifurcado definitivamente en la algarabía salvadora de las niñas, por un lado, y nuestro afán didáctico (pero no solo) por pescar (y devolver al agua) algunos peces de la familia de Isabela. Entre la sonrisa del australopithecus y nuestra mirada relativamente preocupada hay un abismo insalvable: en ningún momento de la tarde se preguntará, ni siquiera por un segundo, qué hacen las niñas dando agua y alimento (alfalfa) a su pez capturado. La estampa no deja de ser tierna: el esfuerzo continuo de dos niñas inocentes por salvar una vida ya perdida. Las botellas rellenadas con agua del lago ("papi, ¿me llenás la botella?") refrescan, suponemos, la garganta del pez, cuyos estertores periódicos provocan gritos de felicidad infantil. Nosotros, mientras, seguimos sin clavar un solo bicho. Habíamos evaluado la opción de matar a Isabela para evitarle sufrimientos y explicar a las niñas los motivos de nuestra acción, pero no queremos pasar a la historia como unos sanguinarios: hay que permitir el espectáculo de la agonía iluminada, mitigada, por dos almas inmaculadas. Esquivar la razón,  sumarse al discurso dominante y aguardar el momento adecuado para transmitir alguna enseñanza sobre la pesca y los ciclos vitales.

En medio de nuevas exclamaciones,  el australopithecus se acerca de nuevo a toda prisa por la orilla, mientras su hijo, enfrente, sujeta a duras penas otra buena pieza con la caña. Pasa al lado de las niñas (y de Isabela) y apenas logra emitir un leve gruñido, sin perder su sonrisa. Se lleva la sacadora, da las gracias y sale corriendo, feliz, enteramente ajeno al pequeño drama que se desarrolla en la parte trasera de su todoterreno.

viernes, 22 de octubre de 2010

Cuando la pasión empieza a ser una pérdida de tiempo

La noche primaveral es casi veraniega, y cuando se acaba el champán en la inauguración del festival de cine confinamos nuestra curiosidad al reservado de un animado garito local con aire acondicionado y buenas pizzas. Confieso a mi compañero de mesa que he grabado el Olimpique de Lyon-Benfica y me lo reservo para el final de la noche; pese a que he comenzado a comprender el asombroso impacto de la actitud personal en el desenlace de las cosas (así, sin más: este es un blog de fútbol), no puedo evitar una ráfaga de temor a una nueva decepción (incontables ya: Zaragoza, selección argentina, el propio Benfica). Mi compañero de mesa, que vivió en Madrid varios años, ha visto en directo al Barcelona y me cuenta sobre los goles de Messi. Apuesto por un sándwich de ceviche de salmón con pepino, ciboulette, cilantro y mayonesa de hinojo: el Fernet de postre equilibrará cualquier exceso ácido. Como sé que voy a llegar a casa después de la medianoche, decido prudentemente ver la primera parte y pasar la segunda en fast-forward: no deja de ser un miércoles de primera ronda, y el día siguiente promete mucho y bueno. Mi compañero de mesa me mira con desconfianza: “¿Por qué no pasas la primera rápidamente y ves la segunda?” “Porque en la primera se ve mejor la idea de cada equipo”, respondo. Es posible que esté mintiendo y que el motivo real radique en que mi jugador favorito no va a aguantar lo 90 minutos en el campo; es posible que sea una señal de vejez prematura y evolución hacia la observación desapasionada; es posible que sea una auténtica estupidez. Pero la frase contiene su dosis de habilidad y contenta a mi vecino de cena (aunque él, sin duda, haría lo contrario).


Luego, en casa, me bastan 40 minutos de partido para irme a la cama con otra decepción más. Y, por primera vez, dudo seriamente. Muy seriamente.

jueves, 7 de octubre de 2010

Al río

Para el freelance en la era digital, marcharse de vacaciones resulta casi heroico. No hablamos de las vacaciones "de un mes en Zarauz" que disfrutaban (o no) nuestros antepasados, sino de apenas diez días offline, sin antenas WIFI, haciendo las cosas que uno va a recordar cuando cumpla 90 años. Para poder viajar con un mínimo de tranquilidad mental hay que colocar varios mensajes de "Out of office", avisar a los clientes con antelación, prevenir pequeños desastres, justificarse (nadie se va de vacaciones en octubre), estar varias noches trabajando para rematar los encargos que (fieles al sr. Murphy) siempre llegan en el peor momento e, invariablemente, llegar a la última noche sin haber comprado sedal ni vino ni haber grabado determinados discos ansiados.

Pero me voy. Albricias. Voy a estar con las dos piernas metidas en un río con dorados de 5 y 6 kilos.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Al trote, al trote, al trote

Sensaciones magníficas casi olvidadas: comprar la botellita de agua, asegurarse de que el mp3 está cargado, regresar a ese parque, al lago, aparcar debajo de los árboles, estirar los isquiotibiales, empezar a caminar, buscar un ritmo alto (voy a seguir al pie de la letra las instrucciones de la fisioterapeuta), mantenerlo, cruzarse de vez en cuando con morenas importantes, admirar la precordillera y el perpetuo sol local, buscar el camino de tierra para evitar el asfalto, darme cuenta de que voy rápido y no duele, ¿cuánto llevaré ya...?, cambiar de disco, empezar a gozar del flujo de endorfinas en la sangre, recordar los meses madrileños de horizontalidad forzosa, la impotencia, los pinchazos diarios de heparina, caer en la cuenta de que puedo volver a pescar, especular con alguna aventura primaveral, darme la vuelta para evaluar completamente a otra morenaza, empezar a contar cuánto queda para correr esos 500 metros bautismales (sólo cuando haya caminado cinco kilómetros a buen ritmo), volver al asfalto porque voy pisando las talones a un señor que camina con su perro exactamente a mi velocidad, las manos llevan ya su propio ritmo, cuatro por cuatro, y de repente, cuando veo por segunda vez el cartel que dice "500 metros", los dos pies se despegan del suelo y resulta que estoy corriendo, trotando, estoy adelantando a caminantes, seis meses sin sudar, y el cerebro es definitivamente una rosa que ya no sabría qué contestar a la pregunta de si quiero volver al fútbol o no.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Lo más parecido a un dios menor

"¿Sabés qué jugador podría haber sido yo si no hubiese tomado cocaína? Qué jugador nos perdimos..."

No había visto el documental de Emir Kusturica sobre Maradona, quizá por la absurda convicción de que ya sabía lo que me iba a encontrar, pero debí darme cuenta de que hay películas, o reportajes, en los que basta colocar la cámara y empezar a grabar para sorprenderse. No podría haber un documental aburrido sobre el mejor futbolista de la historia. La película nos devuelve al Maradona anterior a su paso como seleccionador nacional y a su torpe ajuste con los modos y rutinas de ese oficio terrenal (organizar, seleccionar, disponer, representar). "No es fácil ser Diego Armando Maradona", como escuché un día por la radio. El peso enorme de la pasión ajena sólo lo conoce quien es capaz de despertarla. En esto, Maradona (que confiesa su admiración por De Niro) tiene mucho más que decir que Bono, Brad Pitt o cualquier estrella perseguida hoy por los 'paparazzi' de este mundo. Su estela sólo podría compararse con la de Elvis, Brando, Michael Jackson: artistas innovadores de resonancia planetaria y trascendencia atemporal que pagaron en sus carnes el precio del éxito masivo. Tenía razón Mano Negra: "Si yo fuera Maradona, viviría como él". No debe ser fácil representar a un dios menor. Ello no le faculta para ser un buen seleccionador ni para que sus opiniones políticas tengan mayor validez que los impulsos emocionales de cualquier otro hijo de vecino, pero nos permite rebobinar la cinta y regresar al periodo en que entraba y salía de las clínicas de desintoxicación y hablaba sobre sus debilidades con una franqueza y una profundidad jamás vistas en una estrella global.

Cuando le mandé a mi amigo M. un vídeo con los mejores goles de Maradona por su cumpleaños, allá por 2008, recuerdo haberle escrito en un papel pegado al DVD que me habían impresionado, sobre todo,"las hostias que le daban". Se las arreglaba para salir airoso de entradas criminales permanentemente. El documental de Kusturica es un poco repetitivo en algunas secuencias presuntamente cómicas de animación con mensaje político, y también incluye numerosas tomas del "gol del siglo". Yo, sin embargo, reparé por primera vez en la asombrosa fortaleza de piernas que muestra el siguiente vídeo: su primer gol contra Bélgica en las semifinales del Mundial '86 (Bélgica podría haber sido España si Eloy hubiese metido su penalti). No me importa ahora el golazo (en el que dribla, por cierto, al mismísimo Eric Gerets): me importa cómo logra sostenerse en pie, desequilibrado, trastabillado y eufórico, cuando corre a celebrarlo. No es mala metáfora de su vida. Cualquier otro se hubiese ido al carajo.





jueves, 16 de septiembre de 2010

La pausa


¿Para qué sirve correr mucho todo el tiempo? La pregunta, de obvias implicaciones vitales, nace sin embargo de una experiencia modesta: haber visto el primer tiempo del Real Madrid-Ajax de ayer miércoles en un rato robado a la rutina. La velocidad, como todas las armas, es útil únicamente si se emplea oportunamente: en el fútbol, la expresión "matar moscas a cañonazos" adquiere formas variadísimas que en el último Mundial desembocaron en un consenso final alrededor de las bondades del 4-2-3-1: de la misma manera que no es lo mismo correr mucho que correr bien (la conjunción de ambos factores genera el desequilibrio: Xavi es el jugador que más kilómetros recorría en la selección española), no es lo mismo jugar con varios delanteros que marcar goles. Y ayer, en medio del asedio poco fecundo del Madrid a un Ajax menor, este descontrol quedaba plasmado en el juego de Ángel Di María, el fichaje más caro del verano blanco. Es improductivo correr mucho siempre, porque en muchas ocasiones hace falta otra alternativa y, además, se pierde toda capacidad de sorpresa. Al joven Di María le falta esa característica discreta que sólo los entrenadores veteranos incluyen entre las cuatro o cinco virtudes cardinales de un buen futbolista: la pausa. Messi ha demostrado que no es innata: se puede aprender.

(Foto cortesía del diario Abc)

viernes, 10 de septiembre de 2010

Amistosamente


En las gradas, argentinos cabales y cariñosos nos felicitan por el Mundial y, en el descanso, con el 3-0, entreveran gags sobre el resbalón de Reina con el comentario irrefutable de que "igual, te digo, prefiero ganar el Mundial y perder este partido". Hay un punto de excesiva tranquilidad en el estadio, a pesar de las patadas de Heinze y el esfuerzo automatizado de Xabi Alonso. La primavera ha llegado por fin a Buenos Aires. Cobran diez pesos por una botella de agua. El momento más emocionante es la lluvia de confetti albicelestes inicial, que tapa el sol, y con la que se conmemora un bicentenario que Del Bosque, sabio y prudente, no estropearía nunca. El resultado acaba siendo exagerado (el resbalón, los postes, Messi). No puede jugar igual un equipo que deja a Casillas, Puyol, Sergio Ramos, Xavi y Torres fuera del campo. Pero sirve para dar una alegría a Argentina, poner a Maradona en su lugar (se juega mejor con mediocampistas y con laterales que sin ellos), terminar con el incomprensible mito de Marchena y recordar la mortalidad en una circunstancia sin peligro. Media hora después, un profesor de bajo envía el siguiente SMS (textual): "Fuiste al estadio? O te quedaste en "CASILLAS"? Jaja un abrazo".

martes, 24 de agosto de 2010

Un balón con cascabeles

El número 5 de Los Murciélagos tiene el físico de Lisandro López, y nada más empezar el partido hace un doble regate de espaldas, con túnel incluido, a dos franceses que también son ciegos y llevan antifaces blancos. El balón contiene un pequeño cascabel orientativo y no hay fueras de banda. Los pases al hueco adquieren una nueva dimensión. Los jugadores, cuando se saben en posición de disparar, escuchan las indicaciones del entrenador que les habla desde detrás de la portería rival. Los Murciélagos son la selección argentina de fútbol para ciegos, campeones del mundo en 2002 y 2006, y por primera vez en mi vida me tumbo a disfrutar de esta modalidad de balompié, particularmente cautivadora, en la que los goles se celebran de una forma muy parecida al fútbol con visión y los jugadores (para mi sorpresa) apenas se caen al suelo. Los porteros no son invidentes, y los partidos no suelen decantarse por goleadas. El número 5 de Los Murciélagos domina el partido con una superioridad evidente, pero no acierta con la portería. Le hablan, le consuelan, le animan. El conjunto es un alegato fascinante a favor de la superación y la belleza. Hay un penalti a favor de Francia (teledirigido por el entrenador que está detrás de la portería rival): sale lamiendo el poste. Dos minutos después, el '10' galo emula a Messi y convierte un gol maravilloso que celebra con los brazos en alto, corriendo por la banda mientras tantea la valla publicitaria para no tropezar y poder abrazarse con los compañeros sentados en el banquillo. Es fútbol y, por tanto, imprevisible.

jueves, 12 de agosto de 2010

Imitar a España

El invierno austral y la distancia física nos habían hecho relegar por un momento la sensación de que hace un mes, sólo un mes, España ganó el Mundial de fútbol. Nada será lo mismo. Sin embargo, ante la imposibilidad de mantener la efervescencia mundialista y la necesidad de ir regresando a lo que una madre llamaría "la vida normal" (esa que sólo la edad permite calibrar en su justa medida), hemos vivido un par de semanas en una cierta inconsciencia: trabajo, familia, fisioterapia, buen cine, maridajes, encuentros, lecturas, compras relacionadas con la pesca inminente, colegios y cocina. Y es anoche, en un rato dedicado a la televisión improvisada, cuando regresamos de sopetón a la euforia campeona: los programas televisivos argentinos, colombianos, uruguayos, incluso brasileños, toman a España como referente universal. La selección de Del Bosque, como la Holanda de Cruyff, ha defendido con paciencia un estilo que marca (y marcará) una época en la historia del fútbol. Asi que recuperamos instantáneamente la cuota de autoestima y responsabilidad, y vivimos con intensidad de acontecimiento histórico las últimas declaraciones del seleccionador de Argentina (nada menos que Argentina): "Nosotros debemos seguir el modelo de España".

Por la mañana, todo esto sigue siendo cierto.

martes, 3 de agosto de 2010

La cabeza

"Ahora te tenés que sacar la lesión de la cabeza", me repite el traumatólogo, experimentado y célebre, tan acostumbrado a operar piernas que anhela gozar de más tiempos muertos, en la soledad de su consulta, para reírse con los emails de sus amigos y memorizar presentaciones pesimistas sobre la decadencia argentina en Power Point. Por las noches, entre costillares y mollejas, ex compañeros en el fútbol amateur local reviven lesiones propias y ajenas con gran generosidad y terminan (la mano apoyada en el hombro) decretándome el mismo diagnóstico: "Te tenés que sacar eso de la cabeza". Ex compañeras en el amateurismo afectivo me recomiendan, en cambio, resignación: "Te va a doler siempre que cambie el tiempo: toda la vida". Otro gran tramatólogo (y amigo), ex compañero en el amateurismo fumón madrileño, desconfía de las pesas por email y extiende una sombra aceitosa de duda sobre el rehabilitador que me prescribe ejercicios desde la cabina donde da masajes a otros pacientes. Malena pregunta: "¿seguís quebrado, papi?" Son las dos de la mañana del 31 de julio y un notable ex futbolista semiprofesional acierta a describir la situación: "A vos no te importa pagar 400 pesos en lugar de 150 si están contigo toda la hora, ¿verdad...?". "Claaaro, vos necesitás cariño, lo comprendo, necesitás cariño..."

viernes, 16 de julio de 2010

Una experiencia transformadora

Hace un par de días, al despertar, caí en la cuenta no sólo de que el Mundial se había acabado, sino de que los días empezaban a ofrecer varias horas más para hacer muchas otras cosas. Recordé con nostalgia (pero sin melancolía) esas mañanas atravesadas por partidos de primera ronda, esas noches marcadas por la consulta de los partidos, las tardes llenas de conversaciones físicas y virtuales (el accidente suizo, el desastre francés, la disciplina paraguaya, el gol anulado a Lampard, etc.). Y asimilé también que España está, futbolísticamente, entre las 'intocables'. La pregunta de la semana en España es si un triunfo semejante cambia a un país: llegan sms de la canícula peninsular, escritos desde la jaqueca resacosa que produce ver de nuevo un debate agrio sobre el estado de la nación. El paréntesis se ha cerrado, parece: volvemos a la crisis, la superficialidad y la falta de unidad.
En el invierno austral, me concentro en las cosas que seguro han cambiado para siempre: esos millones de conversaciones que jamás serán iguales, el respeto adquirido, la fabulosa sensación de dejar de ser la eterna promesa. Quiero creer en el aprendizaje colectivo de que el modelo a seguir es más Vicente del Bosque que Miguel Bosé o Guti (más Xavi que Ronaldo; más Felipe que ZP).
Esa misma mañana, tras desayunar té inglés, pan con aceite de Jaén y tomate mendocino, abandoné las muletas. El peroné me dejó sin Mundial, pero el Mundial nos ha devuelto muchas cosas. Gracias a los protagonistas. Salgo a caminar unas cuadras.

miércoles, 7 de julio de 2010

Los colores a la calle


Envalentonado por la confirmación de un estilo, saco una bandera a mi balcón mendocino (una terracita pequeña y alargada donde da el sol hasta la hora de comer). Faltan 6 horas para la semifinal: en Argentina son las ocho y media de la mañana. He esperado hasta los 36 años para sacar los colores: en España, como se sabe, eso tiene menos que ver con el fútbol que con el pasado: una guerra civil dura 100 años, escribió un historiador castellano.

¿Cuánto tiempo permanecen los complejos? En el triunfo avasallador de Alemania contra Argentina el sábado pasado vi la diferencia entre una sociedad que se ha autocriticado hasta límites desconocidos y una sociedad donde el autoexamen es fundamentalmente individual: vale 100 pesos por hora y ocurre en divanes de clase media. La culpa, claro está, no es de Maradona. Maradona es un síntoma extremo, contradictorio, glorioso. Las cosas, como me dijo M., no nos las hacen los demás: nos las hacemos nosotros mismos.

En esta mañana necesariamente improductiva saco los colores a la calle y los miro desde mi silla. De reojo, vigilo el refrigerador de vinos y calculo qué quiero comprar para el partido: ejerzo de anfitrión. No quiero pensar en la final. Me concentro en Xavi, Iniesta y Xabi Alonso. España ha ido de menos a más. Hora y media para la gloria. Dos años de espera. Miles de horas de televisión y charla. Las muletas. El invierno. El móvil español, en la mesa, dispuesto para el sms transoceánico. Francamente, hoy no es un día cualquiera.

jueves, 1 de julio de 2010

Doce horas más

Segunda jornada consecutiva sin fútbol. El día se hace largo. Sólo quedan ocho partidos (de 64). Me sé de memoria cuáles son y cuándo se juegan: recuerdo con nostalgia esas noches, hace tan poco, cuando comprobaba ritualmente los horarios de los partidos del día siguiente. Queda lo mejor, sí, pero son apenas 720 minutos (sin prórrogas). Doce horas de fútbol y cuatro años de espera.


Queríamos escribir de Robben, Messi, Özil y Villa, los jugadores más desequilibrantes de estos cuartos de final, pero habría quizá que incluir a los delanteros uruguayos, y la verdad es que la ausencia de fútbol ralentiza nuestro tono vital. Parece un momento perfecto para recordar algunas de las teorías más pintorescas que hemos escuchado estos días (en taxis, asados, restaurantes, ordenadores, teléfonos móviles, etc...).

- Conspiración arbitral: "Argentina no llegará a semifinales porque al Gordo no lo quieren en la FIFA". "Pero Grondona es vicepresidente", respondemos. "Huevón, el vago no habla inglés, no le hacen ni caso... Fijate lo calladito que está". El gol en fuera de juego de Tévez tampoco sirve para desmontar la paranoia.

- Los enfados de Brasil: "Esos negros se enojan y estás muerto, chabón. Empiezan los partidos tranquilos, calentándose, pero cuando alguien les da una parada se enojan, huevón, y te hacen tres goles. Son unos culeados esos negros...".

- Este Mundial es latinoamericano: cunde la precipitación en los periódicos del continente. Las primeras se llenan de "primacías" y "sabores" y "acentos". Nos gustaría que fuera así. ¿Pero de qué sirve presentar cuatro equipos en octavos si después no hay un solo semifinalista? Prudencia...

- "Schweinsteiger está nervioso": esta vez Maradona no ha estado tan fino. Para poner nervioso a un alemán hay que esforzarse bastante. Y probablemente dejar a su compañero del Bayern de Munich De Michelis en el banquillo, poner a Verón en el campo y guardar silencio absoluto de aquí el sábado. En la cancha se ven los pingos, como dice uno de nuestros lectores más señalados. Por la boca muere el pez, nos permitimos añadir.

- Uno de los problemas de España es que cree que existe alguna relación entre el éxito de sus dos grandes equipos [...] y el de su selección: queda como precipitación del periodismo especializado esta nota de mi buen amigo argentino Lucas Llach, economista y brillante bloguero. Xavi se defiende solo. Pero llamar a Iniesta "un Marcelo Gallardo sin pegada" es una cumbre de la comicidad involuntaria. Ambos, eso sí, queremos que pierda Alemania el sábado.

- "España ya está en semifinales": mentira. Ya sabemos que un rebote y un penalti injusto y una roja rigurosa te mandan a casa. En 1998 una selección paraguaya peor que esta le impidió pasar de la primera ronda. Lo dice mi amigo Daniel: "preparation, preparation, preparation...".

lunes, 28 de junio de 2010

El descanso y la caída

Sorpresas tiene esta vida, y prácticamente no hay día en que alguien no me diga, en confianza, que elegí un momento magnífico para romperme el peroné. No es fácil vivir un Mundial en otro huso horario: el orden habitual de las cosas queda completamente trastocado durante un mes, las mañanas entregadas al fútbol, las tardes y noches dedicadas al resto de ocupaciones que completan la vida de un hombre. Hay que gozar de un amplísimo margen de libertad profesional (además de ser soltero o vivir con una mujer extraordinaria) para seguir estrechamente el orden de los partidos, concatenar causas y efectos y ser capaz de respirar, a miles de kilómetros de distancia, el ambiente sudafricano que nos perdimos, también, por el dichoso peroné. Decenas de conocidos resoplan todo el día para mantener los malabares en el aire y no perderse enfrentamientos estelares.

El sábado no es un día de enfrentamientos estelares, y decido aventurarme al cine con mi hija, una amiga suya y el padre de ésta. Son las tres de la tarde, y en las calles se nota que juegan Estados Unidos-Ghana y no Brasil-Chile (aunque nosotros, por supuesto, hemos grabado el partido y rehuimos cualquier mirada fugaz al televisor del bar donde comemos algo antes del cine). Qué bonito día, pienso. ("Y sí, boludo", me dice mi amigo: "llevas una semana viendo la tele sin salir de casa"). "Bueno, joder, tú tienes dos peronés". (Etc, etc...).

Toy Story 3, como suele pasar, nos impresiona más a los adultos que a las niñas, y nos sentamos a tomar un té antes de volver al frío exterior. Dejo el abrigo en la silla para dirigirme al baño, y me apoyo en una silla para coger las muletas. Un segundo después, estoy tirado en el suelo, abarrotado de tornillos, y no me he roto el cúbito, como Drogba, de milagro. Cuatro brazos me levantan con fuerza del suelo. La niña se asusta. He salvado la pierna (el arte de fingir penaltis fuera del campo), y parece que lo único que se ha roto en el lance es la silla. Típico momento para poner una demanda al café y perder una tarde. Me encamino al baño, a ritmo de tortuga, y recuerdo mi partido de octavos grabado en la televisión. Cuando llega la madre de la criatura, un rato después, me deslizo en un taxi bien climatizado y sólo visualizo un sofá, un cuaderno, un mando y una televisor de alta definición de 32 pulgadas.

Eso me pasa por salirme de la rutina...

Pd. Tristes por la eliminación inglesa, soñamos con que no se repita la aciaga semana de julio de 2006, cuando vimos despedirse en orden a nuestras tres selecciones (España, Argentina e Inglaterra).

jueves, 24 de junio de 2010

"No llegar a la final sería un fracaso" (1 de junio de 2010)


Fabio Capello ha resurgido de entre los muertos, como es su costumbre, y muchos olvidadizos recuerdan hoy que Inglaterra es un rival tremendo para cualquier selección que aspire a ganar el Mundial. Se escriben una cantidad asombrosa de bobadas cuando hay que llenar páginas.

Difícil rol ser el entrenador de Alemania esta noche. (El hipotético enfrentamiento de los ingleses contra Argentina en cuartos de final, un fabuloso infierno en la tierra).

Pd. Foto cortesía de ESPN.


sábado, 19 de junio de 2010

El ridículo del diario Marca (esto no es España)

El Mundial arrastra la actualidad como un río desbordado, pero hay que encontrar un ratito, antes de que empiece el Camerún-Dinamarca, para registrar uno de esos excesos mediáticos que empobrecen el periodismo deportivo un poquito más y, de paso, afectan a la reputación de España. Hablamos de este vídeo absurdo de MarcaToons, los graciositos humoristas del diario Marca: en él se hacen burlas sobre la relación entre Messi y Argentina (poco cómico y trasnochado, aunque legítimo) y las presuntas o pasadas adicciones de Diego Maradona. Lamentablemente, los directores del diario Marca no se dan cuenta de la enorme repercusión que tiene su página web en el mundo de habla hispana, y quizá no hayan leído algunas reacciones como esta o esta. La falta de rigor de estos medios argentinos ("humor español del pesado") es en este caso un problema menor. Que quede claro: esta estupidez no es España.

jueves, 17 de junio de 2010

Otros peronés

Avanza el Mundial (mejorando día a día) y alcanzamos un punto probablemente excesivo, pero divertidísimo, de entrega futbolística: el horario argentino impone dedicar la mañana a los partidos y la tarde al trabajo y la familia. Así que madrugamos para resolver el correo electrónico, ordenar la casa y preparar el mate antes de sentarnos a ver la televisión a la 08.30. Al fin y al cabo, sólo es un mes, estamos con muletas (aunque ayer nos dieron permiso para conducir) y llevamos un año soñando con este torneo. En medio de tanto fútbol en alta definición, de tantas lecturas y conversaciones, de tanta preocupación (la jaqueca por el accidente suizo nos duró 7 horas), una historia rocambolesca nos saca de la actualidad estricta.

¿Recuerdan la magnífica anécdota que nos relató Energu al sol de Madrid acerca de Vicente del Bosque, la Liga 1980-81 y aquel gol de Zamora al Sporting de Gijón? Pues bien, adivinen por qué no acudió el Bigotón al Mundial de Argentina '78 (el de su plenitud: tenía 27 años): el mismísimo Jesús Mari Zamora le rompió el peroné en una entrada producida en el mítico estadio donostiarra de Atocha...

domingo, 13 de junio de 2010

Fuego

Crepita el fuego en la parrilla del enólogo Karim media hora después de que Argentina haya desperdiciado tres o cuatro ocasiones de gol y sufrido físicamente para ganar a Nigeria en su debut (una victoria que prácticamente les garantiza el pase a octavos). Messi ha hecho el mejor partido de su vida con la selección, y su semblante serio al terminar el partido contrasta con la excesiva celebración de Maradona y su séquito; supone, a mi juicio, la mejor señal del día para este país, el de la pelota, paralizado por su estreno en un espectáculo inigualable y una delantera que asusta a medio planeta. Las banderas del reciente bicentenario permanecen en las calles para saludar al Mundial. Esto acaba de empezar. Es momento para estar serios y concentrados.



Ayer, en Buenos Aires, un taxista nos justificó que no vería el partido de Argentina porque "se comería los cigarrillos", y otro, ingeniero mecánico en paro ("dígame qué calle es Olleros, llevo en esto sólo 20 días y soy de Wilde"), nos enseñó un teléfono móvil por donde iba siguiendo, en los semáforos, el Sudáfrica-México. El fuego crepita en la parrilla, y al sol invernal de la una de la tarde la primera copa de Altocedro Malbec nos sugiere un mes maravilloso, en el que las muletas, al fin y al cabo, podrían acabar siendo un aliado inmejorable a la hora de evitar otras obligaciones y anclarme de pies y cabeza al Mundial.

Pd. (Foto cortesía de ESPN).

jueves, 10 de junio de 2010

Los Javieres (Xavi y Xabi)



Miren esta foto (cortesía del diario Marca, recortada por un servidor).

¿No da mucha confianza frente al desafío que (por fin) mañana comienza? Un equipo de fútbol, antes y después de que lo dijera Valdano, es un estado de ánimo.

martes, 8 de junio de 2010

El río Ibor, el curandero y el Mundial 2006

Es mi último fin de semana en la primavera española y mi hermano quiere llevarme a pescar como lo haría un niño o un abuelo - sentado en una silla, sin moverme, las muletas en la hierba, entregado al goce contemplativo de esperar el hundimiento de un corcho mientras desciframos lentamente las claves del atardecer extremeño. Nos levantamos tarde de la siesta, sin embargo, así que dejamos las cañas en casa y nos acercamos a la orilla del agua sin más pretensiones que la de disfrutar un rato en un paraje bello, querido y poco frecuentado. En el viejo puente sobre el río Ibor los barbos siguen ofreciendo su espectacular ciclo primaveral de reproducción anual, y hay pescadores valientes que han descendido por los peñascos hasta la ribera. Llevamos unos minutejos admirando los barbos desde arriba cuando aparece una pareja entrada en la cincuentena; él, calvo, gordo y con los tobillos más delgados que Eto'o. Ella, muy blanca y delgada, teñido el pelo de negro y vestida como una fan adolescente de Grateful Dead. Pasan unos minutos y el señor, con los ojos muy entornados, pregunta:

- "¿Qué es la avería? ¿Menisco?"

- "No, peroné... Ya sabe, el fútbol"

- "Mecachis en la mar, a ver qué avería tienes ahí"

El señor viste un bañador y unas sandalias (los tobillos más finos que Tierry Henry) y se acerca y me toma la muñeca derecha y pone el dedo en un punto de la mano. Cierra los ojos, se concentra.

- "Mecachis, hay que ver qué avería tienes ahí"

Mi hermano asiste a la escena alerta como su perro Scooby. Yo, por el momento, me dejo hacer.

- "¿Qué tal mueves el pie?"

(Aquí se produce el giro fundamental de la escena: decido creerme al señor calvo).

- "Mejor ya". Hago giros demostrativos de tobillo. En un momento dado me doy cuenta de que su mujer está muy pendiente de mi pie y mira al suelo, pero aparenta estar recitando algo en voz queda, a unos metros de distancia. El señor me coge el pie, me dice que no tenga miedo y trata de colocarme un ligamento con sus ojos entornados y su respiración difícil. Tiene el vientre hinchado y duro como una tortuga ("¡toca, toca!"), escucha un chasquido del tobillo y se alegra ("eso ya está mejor...."), me hunde el dedo en el gemelo derecho ("esto está durísimo, hay que ver qué avería tienes aquí") mientras mi hermano Iñigo repite "vámonos" y duda si intervenir o no. Estoy estirando el abductor máximamente en el viejo puente sobre el río Ibor mientras un señor calvo y medio desnudo a quien acabo de conocer me aprieta con fuerza la planta del pie, pero he decidido créermelo y ejecuto sus órdenes con bastante desenvoltura.

- "Yo algo sé de esto, confía en mí...". El señor tiene ojos como dagas moriscas.

- "Eso parece, sin duda...".

- "Ahora anda sin muletas, hombre, no tengas miedo."

A eso ya no me atrevo (una cosa es perderse el Mundial y otra volver a lesionarse), pero siento un cierto alivio físico difícil de justificar científicamente. Mi hermano, nervioso, me apura: nos vamos. Pregunto al señor su nombre y me dice que vive en Navalmoral de a Mata. Es un conocido curandero de la zona. Cuando regresamos al coche, le veo rebuscando entre unos matorrales con su mujer, buscando váyase a saber qué hierbas.

Cogemos el coche y seguimos un par de kilómetros hasta el chiringuito donde años atrás bebíamos cervezas y comíamos chorizo de venado después de las jornadas de pesca en días laborables (el Ibor estaba desierto). Hay bastante gente, por desgracia. Al poco tiempo de sentarme en la mesa, adivino que en la televisión acaba de empezar un programa especial con todos los goles del Mundial 2006, acompañados de buena música y útiles repeticiones. Le pregunto a la novia de mi hermano si me cambia el sitio, para sentarme de espaldas a la tele, y me responde que no, que estamos tranquilos y cada uno puede hacer lo que quiera.

Me recuesto y empiezo a ver goles olvidados como el de Joe Cole a Suecia, uno tras otro. Recuerdo que Japón osó adelantársele a Brasil (luego le cayeron cuatro).

Una hora y media después, visto ya el penalti de Zidane en la final, la pareja del puente entra en el chiringuito con una bolsa de plástico llena de hierbajos. El señor calvo me mira, pero no insiste y pasa de largo.

viernes, 4 de junio de 2010

Las prisas


Lamardemamoles afirma con pasión en un reciente comentario que su jugador favorito es, al menos para él, el mejor jugador del mundo, "porque el fútbol es una cuestión de gustos". Y el fútbol es, en efecto, un asunto de pasiones y preferencias no siempre racionales, una extraordinaria creación social surgida para soltar las frustraciones que cada uno arrastre y vociferar libremente sin arreglo a normas sociales de urbanidad y solidez argumental (de ahí la fascinación que producen los escasos futbolistas que saben expresarse con propiedad y profundidad sobre su trabajo). No ha habido en la historia circo mejor organizado, ni en tiempos de pan ni de escasez, y entre los numerosos opiáceos fabricados por el espíritu y la curiosidad humanos este es, sin duda, el de mayor aceptación.
Florentino Pérez, presidente del Real Madrid y agente inflacionario internacional, pensará quizá que el fútbol es una cuestión de gusto, pero no tiene ninguna duda de que lo verdaderamente placentero es ganar. Y para ello, como todo el mundo sabe ya a estas alturas, ha decidido fichar a José Mourinho. "La estabilidad es ganar", afirma con seguridad Pérez, hombre inteligente y multimillonario que parece haber caído en el procupante pozo acristalado de pensar que todo en esta vida se soluciona con dinero. Los reproches del madridismo clásico sobre la inadecuación de traer al Bernabéu a un entrenador que pone a Samuel Eto'o de lateral derecho resbalan por su curtida piel de elefante empresarial, y no es eso algo que nos preocupe especialmente: vimos al Inter ganar 0-1 en Stanford Bridge y creemos que Mourinho sabrá plantarse de diferentes maneras en diferentes escenarios y momentos de la temporada (es imposible no jugar bien con determinados jugadores: lo meritorio es hacerlo con futbolistas mediocres).
Nos perturba que Pérez olvide sistemáticamente que para traer estabilidad y triunfos no hay nada como saber dejar de trabajar a los profesionales, mantener hombres de mucho esfuerzo y conocimiento y poco estrellato, y no seguir abriendo el hueco entre un equipo (el Barcelona) construido con paciencia y mimo desde la cantera y un club, el Madrid, al que se le han acabado los ansiolíticos naturales para destronar al guardiolismo que marca este inicio de siglo.

miércoles, 2 de junio de 2010

Adiós a Sudáfrica

Después de dos meses con la vista puesta en la recuperación para llegar fuerte a Sudáfrica, después de haber soñado con ese vuelo Buenos Aires-Ciudad del Cabo, después de haber alquilado apartamento y coche con amigos y colegas de profesión, después de sufrir con las lesiones de algunos jugadores que se quedarán en casa y con las ausencias incomprensibles de otros, después de que los médicos me dijeran que todo iba bien y que al Mundial llegaría andando y sin muletas, después de todo eso y de mucho más, en tres minutos, con una radiografía delante, llega un médico de mi edad y me dice que el peroné está soldando bien, pero que si me marcho así me juego la pierna y que me quedan, me ponga como me ponga, por mucha literatura que le eche, un mes con dos muletas, otro con una muleta y otros dos meses adicionales de acondicionamiento hasta que pueda volver a hacer deporte (tenis, se entiende) otra vez en serio.

Exagera, espero, y ya estoy buscando segundas opiniones.

Pero una cosa ya parece segura: viviré mi primer Mundial en Argentina.

viernes, 28 de mayo de 2010

Amistosos en Santander

Salgo de Castilla por primera vez desde que me fracturé el peroné y pruebo la dieta paleolítica en un lugar tan adecuado como Santander (la excepción es el queso picón). No ha entrado aún en la bahía el bonito del Cantábrico, pero hay sardinas y rabas y rodaballos y buen atún portugués. Energu, que me aloja, no me va a dejar irme de rositas con el asunto de la Segunda División, pero en el bar donde encuentro una Wi-Fi estupenda a la hora del aperitivo no se habla de esa Segunda División que el propio Racing de Santander ha esquivado de milagro este año, sino de Diego Milito y su segundo gol en la final de la Champions. Se habla de Milito, sin embargo, con desconfianza, y la cosa me toca de cerca: fue él el delantero de aquel Zaragoza a quien yo seguí con pasión por Buenos Aires, Mendoza y Madrid durante las temporadas que compartió con Pablo Aimar (vean, por favor, este golazo que urdieron ambos jugadores frente al Real Madrid en la primavera de 2007).
Un señor con gafas trata de meter baza en la conversación e insiste unas seis veces en que "a Milito no lo quiso nadie" y tuvo que irse al Génova cuando ese Zaragoza que contó con cinco entrenadores en una sola temporada se derrumbó y bajó a la muy balompédica Segunda División. Estoy con muletas y tratando de trabajar, así que no participo, pero me pregunto si el señor con gafas recordará las estadísticas de Milito en el Zaragoza (sólo en Liga, 14, 23 y 15 goles, respectivamente). Si el Real Madrid le ficha ahora, pagará cuatro o cinco veces más de lo que costaba hace dos años.
Al cabo del día, la dieta paleolítica se sustancia en una chuletón de potro para almorzar y frutos secos para cenar. En los televisores de las tascas echan multitud de partidos amistosos que no vemos: el régimen excluye, por ahora, compromisos menores. Podemos aguantar dos semanas más...

lunes, 24 de mayo de 2010

19 días sin fútbol

En la tarde sin fútbol del domingo, terminada ya la Primera División, me descubro participando en un rondito (sin abandonar las muletas) con niños de dos y tres años y sus padres, que son mis primos, mientras mi hermano me advierte, a lo lejos, de que estoy bastante loco. El cubalibre se ha quedado en la mesa. La pelota es infantil y apenas pesa, y mientras cometo la pequeña insensatez pienso que a la fisioterapeuta le parecerá bien: la pierna debe reactivarse entera y holísticamente. Las partes sanas tiran de las heridas, y las ganas de recuperarse hacen el resto. Según mi médico, sólo me queda una semana de cojera. Después, en la noche sin fútbol del domingo, terminada ya la Primera División, me descubro soñando con aventuras inminentes y caigo en la cuenta de que sólo van a ser 19 días sin fútbol. Apenas un interludio de partidos amistosos y aprovisionamiento masivo de cervezas.

sábado, 22 de mayo de 2010

Madrid sin Laporta

Han pasado sólo tres semanas y media desde que Mourinho le aguara la fiesta a Joan Laporta, pero  los efectos saludables de aquella resistencia numantina se nos han olvidado ya. Si celebráramos las buenas cosas de esta vida con la misma intensidad con que nos quejamos de las malas, este mundo sería maravilloso. Hoy se juega en Madrid la final de la Champions League, y la ciudad se ha levantado tranquila, bella y soleada - imaginemos la semanita que hubiésemos tenido que soportar si Bojan Krkic llega a consumar aquella jugada postrera en el Camp Nou, la final fuera Barcelona-Bayern, los periódicos tapizaran sus primeras páginas a diario con titulares del tipo "No venimos a Madrid a humillar a nadie" y aficionados evolutivamente atascados se hubiesen dedicado a llenar el ecosistema urbano de cristales rotos.

Habemus magnífico plan para esta tarde/noche de sábado.

jueves, 20 de mayo de 2010

Hemerotecas

No es el periodismo deportivo un gremio demasiado preocupado ni acosado por la hemeroteca, quizá porque no ha desaparecido todavía la idea de que los periódicos especializados o las secciones deportivas de los medios de información general son un llano agradable donde descansar la mente entre tantas crisis, ineptitudes y desastres naturales. Por ello, siguen constituyendo (con notables excepciones) tierra abonada para rumores falsos y precipitaciones varias. Todavía recordamos cómo Robinho iba a ser el mejor jugador de la historia del Real Madrid por un taconazo en su primer partido con la camiseta blanca. ¿Alguien se acuerda de las cosas que se escuchaban sobre Luis Aragonés en la radio sólo un mes antes de que conquistara la Eurocopa y España diera una lección de fútbol al mundo por primera vez en su historia? (Hoy, por cierto, sigue siendo favorita para el Mundial). No he encontrado el  vídeo sobre la improbabilidad de que los ya célebres pelos de gamba hallaran acomodo en el orificio anal del seleccionador, pero sí una perla del periodismo ciudadano que refleja el estado de ánimo durante los dos años anteriores a la Eurocopa de 2008.



Sirva esta pequeña digresión para analizar a toro pasado algunos comentarios del periodismo deportivo sobre el Atlético de Madrid durante los primeros meses de 2010. Por ejemplo, aquí. Hoy este equipo, imprevisible como el propio fútbol, es campeón de la Europa League y digno finalista de Copa. Lo que viene a subrayar, por ejemplo, que es muy pronto para descartar a Argentina en Suráfrica.

Pd. Los ojos húmedos de Agüero ayer me parecieron el preludio de un adiós.

martes, 18 de mayo de 2010

"Pedro Cifuentes, peto blanco"

En Rochela, el bar colombiano de Malasaña que últimamente hemos convertido en el salón de nuestra casa, vemos las finales de la Liga y de la Copa del Rey y nos vamos preparando para el Mundial ("esta vez sí, esta vez sí..."). Entre cervezas y bandejas paisas, un amigo me previene oportunamente contra la tentación de reinventar el pasado en este blog; dice que no vale estar todo el día recordando (o fabulando) si la tocaba bien o no, cómo llegué a jugar con dignidad hasta los 36 años, el aprendizaje defensivo, etc. Nos partimos de risa, por supuesto. Y al día siguiente, en Extremadura, mis primos me recuerdan una anécdota que, juro, había olvidado: aquella prueba con el Real Madrid infantil cuando yo tenía 11 años y Ramón Mendoza acababa de aterrizar en el Bernabeú.

Hago memoria y del cerebro empiezan a salir chispazos como truchas asustadas: yo era un niño gordito y lento, hacía frío, fuimos en excursión a la Ciudad Deportiva con mi hermano Jaime y mis primos, vimos a Antonio Maceda salir del entrenamiento en un Dos Caballos, nos metieron en un vestuario, unos señores de la edad que tenían entonces mis padres nos dieron tres o cuatro consignas ("lo importante es divertirse", "no intentéis regatear a todo el mundo"), después leyeron una lista de nombres, fueron asignando petos azules y blancos a unos niños nerviosos y silenciosos, nos llevaron a un campo de arena sin redes en las porterías.

Del partido no recuerdo lo que desde hace lustros es un gag familiar inmortal, mi hermano motivándome a gritos ("Mueve el culo, Pedro") entre las risas de mis primos. Recuerdo que había un chico rubio algo mayor, preadolescente y fuerte, que dominaba la escena absolutamente y parecía Fernando Redondo. Recuerdo que los 'ojeadores' de la edad que entonces tenían mis padres sólo nos miraron jugar los primeros veinte minutos y se retiraron después. Y sobre todo recuerdo perfectamente algo que nunca nadie me ha creído desde entonces (y han pasado 25 años): justo al final del partido me cayó un balón perdido en la banda derecha, regateé a dos niños cansados (uno hacia fuera, junto a la cal, otro pisándola hacia dentro, yo quieto, aprovechando su atolondramiento) avancé hacia la línea de fondo, miré al tendido y di medio gol a otro chico gordito que entraba en el área por el centro, desmarcado. El chaval la enchufó por bajo, fuerte, y empezó a gritar como un loco. Le vi correr hacia donde estaba yo y me dio un abrazo tremendo, entre lágrimas, como si se se hubiese ganado, quizá, un hueco en la historia.

Salí de aquella Ciudad Deportiva con el ánimo entre algodones. Según cuenta mi hermano, a la salida nos encontramos a Hugo Sánchez en un deportivo descapotable y él le pidió un autógrafo enfáticamente. "¿Cómo se pide?", respondió el mexicano. Mi hermano le miró y se marchó con la música a otra parte.

sábado, 15 de mayo de 2010

¿Le ha tratado bien el fútbol a Pablo Aimar?

Hemos estado meses (en realidad, años) buscando cada lunes si había metido algún gol, si provocó algún penalti, cuántos minutos jugó, asegurándonos de que no había recaído en los problemas de pubis, celebrando la pasión que despierta en Lisboa (la misma que generó en Zaragoza o Valencia), recordando a los amigos que fue él quien protagonizó el único instante de luz (ver el vídeo) en la atropellada clasificación de Argentina al Mundial de Suráfrica. Pasamos 2007 y 2008 recorriendo bares de Madrid y Buenos Aires para ver el partido dominical del Zaragoza (qué cosas: resultaba más sencillo en Argentina). Y aunque el descenso infernal del segundo año nos afectó tanto como una derrota de la selección, mes y medio después, cuando Rui Costa, el director deportivo del Benfica, viajó en persona a Zaragoza para ofrecerle al 'Payaso' su camiseta '10', soñamos con su regreso a la primera fila y pusimos el Mundial de 2010 como fecha de su redención definitiva. Tendría 30 años, una edad dorada para muchos futbolistas de creación. Él repetía que lo primero era estar bien en su club, y que la selección vendría después. Era cierto. La Argentina errática de Maradona comenzó a dar señales de alarma y Lionel Messi convenció a Diego de que le convocase. Necesitaba un socio. Y vinieron las alegrías inesperadas y las recompensas a tanta espera. Pero no duraron mucho: contra Perú aguantó 55 minutos, y pese a su lucidez en el campo  no recuperó ya la titularidad. Aunque este año Aimar ha sido el director de un equipo ganador de Liga y Copa en Portugal y cuartofinalista de la Europa League, Maradona anunció el lunes, por omisión, que prefiere la juventud de Javier Pastore para ser el '10' (suplente) de la albiceleste en Suráfrica.



Durante esos años, muchas personas nos han tratado de explicar que el talento no equivale a rendimiento y han acogido con simpatía y condescendencia nuestra pasión por el futbolista con mayor rapidez mental del planeta. Sin embargo, por esas cosas de la vida, no fue hasta hace un par de años, en una entrevista con Jorge Valdano en el diario Marca, cuando empezamos a asimilar la realidad: afirmaba que Pablito era un jugador "con un sensibilidad futbolística extraordinaria y un talento exquisito", pero añadía que en fútbol la continuidad es un valor "supremo" y que no puedes ser el mejor jugador del mundo si de cada cuatro meses estás uno en el fisioterapeuta. Aceptamos esas sabias palabras y nos encomendamos al Mundial de 2010, una vez operado de su osteopatía de pubis.
Y resulta que ahora, con un Aimar titular y campeón de Liga y Copa, a Suráfrica va Pastore, y resuenan las palabras del amigo que más me ha aguantado la matraca sobre este asunto: "A Aimar el fútbol no le ha tratado bien". Pablito ya no irá nunca más a un Mundial. Quizá ha llegado el momento, como ex futbolista amateur, de pasar página también en esto. De eliminar la alerta de correo de Google y desentenderme de la suerte del Benfica salvo por titulares ocasionales. Pero cuesta, porqué él sí ha tratado muy bien al fútbol, nos ha dado motivos para entusiasmarnos, y nos resistimos además a aceptar que nos hemos equivocado y que se equivoca Messi por tener a Aimar de ídolo y que se equivocó Maradona cuando dijo, allá por 2002, que Aimar era el único jugador del mundo por el que pagaría una entrada. No es fácil asumir esto. Es la primera derrota del Mundial y necesitamos unos días para recuperarnos.


Pd. Foto cortesía de Rodrigo Arangua (AFP / Getty Images)

jueves, 13 de mayo de 2010

Madridistas y madrileños





Otra vez el Río de la Plata dando alegrías a España, a Madrid, otra vez los gritos de "U-ru-gua-yo" resonando en los bares como anuncios de guerra, otra vez el "joder, teníais razón, qué bueno es el Kun" entre ruidos de cristales y patatas fritas. Dos horas después, asegurado ya su pase a la memoria colectiva, la noche nos ofrece recuerdos insólitos, como esta imagen.







Pd. Primera foto cortesía de la Agencia Efe.

martes, 11 de mayo de 2010

Superando la ficción

Me había pasado aquella tarde de domingo sin fútbol celebrando el final de mi etapa coja, puesto que el lunes era el plazo previsto para hacerme la última radiografía y empezar a apoyar el pie. (Llevo ya, de hecho, quince días sin escayola). A la mañana siguiente puse el despertador por primera vez en 57 días, me duché con mayor celeridad de la habitual, por los pasillos iba probando a posar la planta en el suelo para ir notando sensaciones, como suelen decir los deportistas lesionados, y hacía mientras tanto los cálculos mentales necesarios para mi regreso a Argentina y mi llegada en plena forma al Mundial. Dos horas después, un doctor trataba de cambiar mi cara de funeral y me explicaba que la razón de prolongar las muletas tres semanas, en contra de la estimación inicial, no es una complicación articular, sino sencillamente que el callo óseo de la soldadura necesita consolidarse un poco más para evitar algún desplazamiento futuro que corone mi madurez con una artrosis galopante en el tobillo. Para poder volver a pisar y apoyar peso sin ningún riesgo, ese callo necesita terminar de formarse. Pero la articulación está intacta, me prometen.
"Lo primero es lo primero", respondi, tragándome mi urgencia de cruzar el Atlántico y empezar a fortalecer la pierna cuanto antes, como si fuese un general que opta por rendirse ante la garantía de que se respetará la vida y la integridad de sus hombres.
Parece que este diario no será cosa de un día, y ahora el reto, increíblemente, es llegar suficientemente recuperado al Mundial.

lunes, 10 de mayo de 2010

Un domingo sin fútbol

Extranjeroyespañol recomienda (véase la discusión sobre los porteros españoles) un artículo de John Carlin que debería ser lectura obligatoria para cualquier aspirante a periodista en este mundo abierto, ruidoso y conectado que les toca vivir. Es moneda corriente criticar al periodismo, y para ello encuentro dos motivos principales:

(i) el reportero es un profesional que saca ventajas privadas de desgracias públicas (en un accidente o atentado o desastre natural, a mayor número de muertos, mayor relevancia de su pieza).

(ii) el 90% de los periodistas no nos tomamos nuestra profesión con el debido rigor, puesto que hacerlo sencillamente regular, o incluso mal, se demuestra más que suficiente para ejercer el oficio. A resultas de ello, la gente acaba cansándose de titulares manipulados, errores de bulto, omisiones, plagios, inexactitudes y exageraciones varios.

Me parece oportuna, por tanto, la exposición pública que hace el artículo de miserias no siempre evidentes para los lectores.

La primera tarde de domingo sin fútbol de mi convalecencia transcurrió con una notable parsimonia: magníficos reportajes televisivos británicos sobre Japón y sus jardines, informativos relajados, programas de cocina, trozos de entrevistas, fragmentos de partidos de baloncesto, onzas de chocolate, ausencia total de prisa.

Por la noche, de carambola, me encontré con la retransmisión del Benfica-Río Ave, último partido de la Liga de Portugal. Pero esa es otra historia y debe ser contada en otro momento...

jueves, 6 de mayo de 2010

¿Qué porteros llevamos al Mundial?

Parece frío y enfadado, hay días que no para una y hace mucho tiempo que no salva partidos... La sabiduría popular le echa la culpa al pibón televisivo que le alarga las noches. Ayer cuajó un buen partido en Mallorca, pero la temporada de Iker Casillas es tan preocupante como su tendencia creciente a echar la culpa a todo el mundo de sus errores. Ni los madridistas dudan de que Víctor Valdés es el mejor cancerbero español del año. (Del Bosque se vio obligado el otro día a reconocer que "es mucho más seguro que antes"). ¿Tiene sentido mantener la titularidad de Casillas en el Mundial? ¿Sigue siendo la continuidad un valor supremo cuando hablamos de la portería de una selección campeona de Europa? Si cambiamos a Senna por Xabi Alonso, ¿por qué no sustituir a Casillas? ¿Qué argumento de peso hay para no elegir a Valdés cuando los dos centrales  sean probablemente Puyol y Piqué, sus compañeros del Barsa? ¿Hay que dejar a Reina en Inglaterra para traer a Valdés y que su enemistad no estropee el grupo? ¿Es más importante el buen rollo que Valdés para ganar un Mundial? ¿Quién debería ser el tercero en discordia: Palop, Diego López, César?
Quisiera saber qué opinan ustedes. Yo me imagino perfectamente a Casillas comiéndose un tiro cruzado de Suazo en Suráfrica y abroncando con aspavientos a los defensas para tratar de quitarse responsabilidad.

Pd. Gags

martes, 4 de mayo de 2010

Como si Madrid fuese Buenos Aires

Salgo ayer de mi segunda sesión de fisioterapia y cojo un taxi en dirección a casa. Vamos tranquilos, casi contentos, mis muletas y yo, bajando por la calle López de Hoyos en silencio, hasta que llegamos al largo semáforo de la esquina con Velázquez (la del Vip's). Un hombre de traje con el pelo blanco se enciende un cigarrillo en la acera. Es José Ángel de la Casa... "Coño, José Ángel" (y tal). Tengo tiempo para observarle detenidamente, sin prisa. Se conserva bien, pienso. Transcurre casi medio minuto. "Mira, José Ángel de la Casa", le suelto al taxista (31 años, me enteraré después) sin razón alguna. El taxista se da la vuelta, amable, y me responde que ese señor no es José Ángel de la Casa.

- "Mire, no es por nada, pero es que le he llevado en el taxi alguna vez, y ese no es José Ángel de la Casa. Tiene el pelo blanco, sí, pero aquí en la mitad", dice, agachando la cabeza, "está más calvo".

- "Pues creo que tienes razón", corrijo, "no es José Ángel de la Casa, pero se le parece bastante, ¿no?"
(...)
- "Veo que sabes quién es", añado, sorprendido. "¿De qué quinta eres?"

- "Del 79".
(...)

- "Menos mal", me río, sin motivo alguno, "porque he estado a punto de gritarle ¡¡¡Gol de Señoooor!!! ¿Te acuerdas?"

(Algo improbable, puesto que se produjo el 21 de diciembre de 1983).

El coche ya se mueve, pero el taxista se da la vuelta otra vez y me mira a los ojos sin perder la cortesía:

- "¿Que si me acuerdo del gol de Señor...? Haga un favor, si no le importa, llámeme al 66965423*. Una llamada perdida, no se la cojo".

Me mosqueo ligeramente, pero empiezo a marcar.

- "669...?"
- "65423*..."

Pasan unos segundos y escucho a José Ángel de la Casa repitiendo "¡Gol de Señor, gol de Señoooooor!" sobre un fondo de vibraciones allegro ma non troppo.

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(Madrid, 3 de mayo de 2010, 14.50 minutos)

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sábado, 1 de mayo de 2010

Frutos secos

La fisioterapeuta es encantadora, rezuma salud y está casada con el hermano de un amigo mío. Me recibe cordialmente y dedicamos 45 minutos a hablar de comida, de dieta, de mi dieta. Quiere que abandone los hidratos de carbono refinados: ni siquiera los bizcochos caseros de mi madre parecen venirle bien a mi peroné, ni a mi vida futura de ex futbolista. Me sugiere que invierta mi orden alimenticio (desayunar mucho, tratar de cenar poco) y retome la dieta paleolítica, en la que el homínido reponía fuerzas después de trabajar (de cazar): es decir, se ponía hasta las trancas por la noche. Por la mañana, fruta y frutos secos, pero sin pasarse. Carne roja, "una vez cada quince días". ¿Recuerda esta mujer que vivo en Argentina la mayor parte del año? En un momento dado, decido relajarme y seguir aprendiendo sobre la dieta pealeolítica con un afán puramente cultural. Es sólo después, en la camilla, mientras me ayuda a reconectar mi cerebro con el pie, cuando me entrego sin reservas a la fisioterapia y a su generosidad.

Por la noche, veo la cura de humildad del Barsa comiéndome una hamburguesa con patatas y bebiendo mojitos. Al día siguiente, en un Madrid relajado por el fin de la amenaza culé, pienso en mi abuelo (ya fallecido) y vuelvo al té, a las naranjas y al pan con aceite. Son 47 días sin despertador.

jueves, 29 de abril de 2010

Ganarse el respeto

Nos imaginamos a Pep Guardiola en su casa, bebiendo Vichy con limón, pensando que se tarda un segundo en perder lo que costó años levantar, imaginando cómo reaccionarán Víctor Valdés este sábado si Giuseppe Rossi le mete dos goles en Villareal o Sergio Busquets si le expulsan por fingir una falta y su equipo, el mejor del mundo, se deja media Liga y convierte a Manuel Pellegrini en otro Jupp Heynckes (aquel entrenador del Real Madrid  despedido después de ganar la Champions League). El 'seny' catalán es, al final, tan mudable como el liberalismo económico en tiempos de crisis o el feminismo de algunos cuando se encuentran una mujer inteligente de centro-derecha: una etiqueta adhesiva labrada durante décadas por gente esforzada y despilfarrada en un par de lustros por mimados herederos.

Anoche en el Camp Nou vimos a gente que no sabe ganar y gente que no sabe perder. Nos quedamos con las palabras recientes de Ángel Cappa, entrenador de River Plate: "Ganar o perder no da ni quita derechos. Hay que tener cuidado con eso de los ganadores, porque como dijo una vez Arsene Wegner, "el idiota, cuando gana, no se vuelve inteligente, sino más idiota". Conozco muchos ganadores que no pueden decir ni buenos días, y algunos perdedores muy valiosos e interesantes". Guardiola tiene que pensar cómo recuperar mentalmente a sus jugadores para ganar la Liga y cómo enseñarles a no perder el respeto del mundo si este año se van de vacaciones con el morral vacío.

(Foto cortesía de AFP).

miércoles, 28 de abril de 2010

El único

Recuperado del falso penalti en el pasillo de casa de mis padres, salgo a tomar un bloody mary con Energu al bendito sol de Madrid ("necesitas vitamina D, coño"), y me cuenta una anécdota que un rato después elevamos a la categoría de presagio:

El 26 de abril de 1981 se celebró en la España de la transición democrática la última jornada de la Liga de Primera División, a la que llegó la Real Sociedad de Alberto Ormaechea como líder, con un punto de ventaja sobre el Real Madrid. El Madrid le había arrebatado la Liga anterior a la Real al final; eran los tiempos en los que una victoria sólo valía dos puntos y las visitas del Madrid al mítico estadio de Atocha estaban todavía salpicadas de gritos a favor de ETA. El 26 de abril de 1981 el Real Madrid venció en Valladolid 1-3, y los jugadores y técnicos se metieron en el vestuario a esperar a que terminase el partido de Gijón, donde la Real Sociedad caía 2-1 en el barro espeso de El Molinón. El Madrid era, pues, campeón virtual. Pasaban los minutos, y en Gijón aquel buen Sporting de Abel Díaz o Mesa (Quini ya no estaba: aquel año fue 'pichichi' con el Barsa), un Sporting que no se clasificó a la Copa de la UEFA por muy poco, le estropeaba otra Liga a la generación memorable de Arconada, Lópe Ufarte, Satrústegui, Górriz y companía. Los telediarios de los días siguientes mostrarían un vestuario blanco donde se saltaba, se vociferaba y se abría champán. En Gijón quedaba un minuto de partido, y los donostiarras se dedicaban a eso que los periodistas deportivos suelen llamar "asedio infructuoso". En un momento dado, Górriz recogió un  despeje de Castro en la frontal del aéra y disparó a portería fallidamente, de modo que la pelota le llegó mansa a Jesús Mari Zamora, el hipotálamo de aquel equipo. El resto es historia: Zamora se perfila, avanza medio metro y cruza a la escuadra izquierda sin desestabilizarse. La voz se le quiebra al locutor de Radio Nacional que narró la gesta a media España en este notable vídeo ("estos momentos, que supongo serán de tristeza en Valladolid..."). Era la primera Liga de la Real Sociedad en su historia.

Cinco minutos antes de ese gol, en el ruidoso vestuario de Valladolid, había un único jugador sentado en el banco, esperando al final del partido, tratando de contener la euforia colectiva (quizá el empeño más difícil de este mundo). Tenía 31 años. ¿Su nombre?

Vicente del Bosque.

viernes, 23 de abril de 2010

Piscina

Mis padres se han marchado (por fin) al campo, y camino por el pasillo de casa paladeando el fin de semana que se abre como una flor al ex futbolista impedido. Entre los dedos de la mano derecha, además de la correspondiente muleta, sujeto una percha con una camisa limpia, y me desplazo lentamente a mi habitación, cavilando aquello de que el hombre es un animal de costumbres (caras, si puede) y a todo se adapta uno. He decidido adecentar un poco mi vestimenta. De repente, me encuentro echado en el suelo, por causa de la muleta, que ha pisado el faldón de la camisa y se ha deslizado por el suelo como los pelos afeitados hacia el desagüe del lavabo. Los dedos de mi pie derecho han tocado la madera, y en una centésima mi cerebro ha preferido tirarse con la muleta en lugar de apoyar todo el peso de mi sedentario organismo sobre el peroné, como si fingiese un penalti para llegar al Mundial que me perdería si vuelvo a quebrarme la pierna. Sudo. Sudo mucho. No estoy listo todavía para florituras estéticas...


miércoles, 21 de abril de 2010

Fuera de juego

Hoy, en mi duermevela matinal, me he acordado de aquellos partidos en Barrio Parque. Hubo una época en la que estaba tan enchufado que cuando metía un pase al desmarque de algún loonatico miraba a la banda. (Nunca jugamos con linier; ni siquiera con árbitro). Se lo conté un día a Eduardo, que jugó con nosotros en un par de ocasiones, y tuvo a bien preguntarme si alguna vez nos habían anulado un gol por fuera de juego. "Sí, una", mentí.

37 días

Sigue el récord... Me fui a la cama con el regusto dulce, pero no demasiado, de la derrota del Barcelona, y al rato, mientras sopesaba ver otro episodio de Nurse Jackie o continuar con un libro ligero pero delicioso de Amelie Nothomb, Aimar había descendido varios puestos de mi lista de prioridades accesorias. Es la primera vez en mi vida que no apoyo a un club español en competición internacional, y no me sabe bien, pero no es deseable que el Barcelona gane la Champions en el Santiago Bernabéu. No quiero ver a seres muy queridos destrozados por la previsible orgía de catalanismo culé en plena plaza de Cibeles, con Joan Laporta jugando a diva pornstar rociada de cava autóctono.

martes, 20 de abril de 2010

Nadie madruga escayolado (salvo para ver un partido)

Esta mañana, mientras pensaba en qué orden iba a cumplir mi nuevo y exigente ritual matinal antes de encaminarme al cuarto de baño (ejercitar el abductor derecho, para que no se atrofie tanto como mi abandonado gemelo; pincharme heparina en la tripa, para prevenir un trombo; colocar el ordenador en la mesa de nuevo, para trabajar [por las noches el Toshiba portátil ejerce de televisión y lo coloco encima de un mueble]; recoger ropa del suelo, para no resbalar con las muletas y romperme también la tibia; vaciar el cenicero, para no viciar demasiado el ambiente, etc.), me he dado cuenta de que llevo 36 días sin poner el despertador. Indudablemente, es un récord de mi vida adulta. Quién sabe si algún día acabaré rememorando con nostalgia la pereza de estas semanas. Una persona a quien respeto bastante me recomendó por email desde Buenos Aires hace un mes que "aprovechase la lesión para descansar". Y he acabado haciéndole caso...
Pero ahora leo que mañana a las 8.50 repiten en Gol Televisión el Academia-Benfica, que se jugó hace 48 horas en Coimbra (Portugal). Terminó 2-3. Pablo Aimar jugó 79 minutos. Me avergüenza reconocerlo, pero podría ser el primer madrugón de mi nueva vida.

lunes, 19 de abril de 2010

Llegar al Mundial

El día después de lesionarme, algunos amigos trataron de animarme diciendo que al menos yo llegaría al Mundial, no como Beckham, que tuvo el infortunio de romperse el tendón de Aquiles el mismo día y a la misma hora: domingo 14 de marzo por la tarde. (Si el universo no conspira en contra, este año viviré en Ciudad del Cabo el primer Mundial de mi vida). A fecha de hoy, es francamente dudoso que Fernando Torres llegue en buenas condiciones a Suráfrica, y tanto Iniesta como Cesc se recuperan de lesiones que les van a impedir acabar la temporada y luchar por trofeos con sus equipos. Huyamos de la exageración patriótica: los tres están sin duda entre los 20 mejores jugadores del mundo hoy día. La gran virtud de la selección española es la ausencia de una estrella fenomenal y decisiva de cuya inspiración o presencia dependan su juego y su mentalidad. Si no llega Torres, jugaremos sólo con un delantero. Si no llega Iniesta, jugará Silva. Fabregas, alma del Arsenal, no es titular. Si se lesionase Casillas, jugaría Valdés. Si cayera Piqué, estaría Albiol.
Una situación incomparable con la onda expansiva que provocarían las ausencias de Messi, Cristiano Ronaldo, Rooney, Drogba, Robben o Ribery, por ejemplo. Quizá sólo Brasil muestre un bloque tan compacto y equilibrado. Brasil...

jueves, 15 de abril de 2010

¿Por qué?

Hace un mes me rompí el peroné en Madrid al tirarme por un balón dividido, diez minutos después de haber cortado una pelota en el medio campo, conducirla un par de metros y soltársela al delantero por fuera, al hueco, a la derecha del defensa (era un campo de fútbol 7: no más de 12 metros de pase). Esa jugada acabó en 0-1 y fue el penúltimo momento de placer de mi vida como futbolista aficionado. Me he acordado demasiadas veces de ella durante estas semanas horizontales. Las roturas de peroné se curan, por supuesto. Lo que no se cura son las ganas de jugar como cuando tenías 22 años, pero con las cosas aprendidas desde entonces. Cuando tu cuerpo tiene 36 años, el desajuste te acaba llenando la vida de esguinces y escayolas, de parones innecesarios, así que he decidido concentrarme en otros deportes.
Este blog es un intento de sublimar la pasión futbolística hablando, entre otras cosas, de fútbol, de cómo relacionarse con el juego sin volver a calzarse unas botas.