domingo, 26 de junio de 2011

Shock térmico

En realidad ya no sabe uno si tratar de prepararse para el shock térmico o no hacerle ni caso, por aquello de la atracción y de que, al fin y al cabo, todo está conectado con todo, y si no paro de pensar en que hoy escribo a 36 grados y mañana voy a aterrizar en un lugar con 5 de máxima para vivir el invierno austral mientras los demás se marchan a Tarifa o al cabo de Gata voy a terminar sufriendo mucho más el frío y no sacando partido a un factor semioculto francamente rentable: disponer de un par de meses silenciosos para escribir y preparar el año académico mientras el hemisferio norte vacía su mente y bebe gin-tonics en bañador. Enciendo el aire acondicionado a las once de la mañana con un aire de despedida y busco un buen restaurante cantonés adonde llevar a mis padres. Me repito que pasado mañana, si todo sale bien, estaré en bata hasta la hora del almuerzo y habré, con suerte, completado un bizcocho casero y alguna página digna.

¿Una semana en Rio en agosto?