jueves, 29 de abril de 2010

Ganarse el respeto

Nos imaginamos a Pep Guardiola en su casa, bebiendo Vichy con limón, pensando que se tarda un segundo en perder lo que costó años levantar, imaginando cómo reaccionarán Víctor Valdés este sábado si Giuseppe Rossi le mete dos goles en Villareal o Sergio Busquets si le expulsan por fingir una falta y su equipo, el mejor del mundo, se deja media Liga y convierte a Manuel Pellegrini en otro Jupp Heynckes (aquel entrenador del Real Madrid  despedido después de ganar la Champions League). El 'seny' catalán es, al final, tan mudable como el liberalismo económico en tiempos de crisis o el feminismo de algunos cuando se encuentran una mujer inteligente de centro-derecha: una etiqueta adhesiva labrada durante décadas por gente esforzada y despilfarrada en un par de lustros por mimados herederos.

Anoche en el Camp Nou vimos a gente que no sabe ganar y gente que no sabe perder. Nos quedamos con las palabras recientes de Ángel Cappa, entrenador de River Plate: "Ganar o perder no da ni quita derechos. Hay que tener cuidado con eso de los ganadores, porque como dijo una vez Arsene Wegner, "el idiota, cuando gana, no se vuelve inteligente, sino más idiota". Conozco muchos ganadores que no pueden decir ni buenos días, y algunos perdedores muy valiosos e interesantes". Guardiola tiene que pensar cómo recuperar mentalmente a sus jugadores para ganar la Liga y cómo enseñarles a no perder el respeto del mundo si este año se van de vacaciones con el morral vacío.

(Foto cortesía de AFP).

miércoles, 28 de abril de 2010

El único

Recuperado del falso penalti en el pasillo de casa de mis padres, salgo a tomar un bloody mary con Energu al bendito sol de Madrid ("necesitas vitamina D, coño"), y me cuenta una anécdota que un rato después elevamos a la categoría de presagio:

El 26 de abril de 1981 se celebró en la España de la transición democrática la última jornada de la Liga de Primera División, a la que llegó la Real Sociedad de Alberto Ormaechea como líder, con un punto de ventaja sobre el Real Madrid. El Madrid le había arrebatado la Liga anterior a la Real al final; eran los tiempos en los que una victoria sólo valía dos puntos y las visitas del Madrid al mítico estadio de Atocha estaban todavía salpicadas de gritos a favor de ETA. El 26 de abril de 1981 el Real Madrid venció en Valladolid 1-3, y los jugadores y técnicos se metieron en el vestuario a esperar a que terminase el partido de Gijón, donde la Real Sociedad caía 2-1 en el barro espeso de El Molinón. El Madrid era, pues, campeón virtual. Pasaban los minutos, y en Gijón aquel buen Sporting de Abel Díaz o Mesa (Quini ya no estaba: aquel año fue 'pichichi' con el Barsa), un Sporting que no se clasificó a la Copa de la UEFA por muy poco, le estropeaba otra Liga a la generación memorable de Arconada, Lópe Ufarte, Satrústegui, Górriz y companía. Los telediarios de los días siguientes mostrarían un vestuario blanco donde se saltaba, se vociferaba y se abría champán. En Gijón quedaba un minuto de partido, y los donostiarras se dedicaban a eso que los periodistas deportivos suelen llamar "asedio infructuoso". En un momento dado, Górriz recogió un  despeje de Castro en la frontal del aéra y disparó a portería fallidamente, de modo que la pelota le llegó mansa a Jesús Mari Zamora, el hipotálamo de aquel equipo. El resto es historia: Zamora se perfila, avanza medio metro y cruza a la escuadra izquierda sin desestabilizarse. La voz se le quiebra al locutor de Radio Nacional que narró la gesta a media España en este notable vídeo ("estos momentos, que supongo serán de tristeza en Valladolid..."). Era la primera Liga de la Real Sociedad en su historia.

Cinco minutos antes de ese gol, en el ruidoso vestuario de Valladolid, había un único jugador sentado en el banco, esperando al final del partido, tratando de contener la euforia colectiva (quizá el empeño más difícil de este mundo). Tenía 31 años. ¿Su nombre?

Vicente del Bosque.

viernes, 23 de abril de 2010

Piscina

Mis padres se han marchado (por fin) al campo, y camino por el pasillo de casa paladeando el fin de semana que se abre como una flor al ex futbolista impedido. Entre los dedos de la mano derecha, además de la correspondiente muleta, sujeto una percha con una camisa limpia, y me desplazo lentamente a mi habitación, cavilando aquello de que el hombre es un animal de costumbres (caras, si puede) y a todo se adapta uno. He decidido adecentar un poco mi vestimenta. De repente, me encuentro echado en el suelo, por causa de la muleta, que ha pisado el faldón de la camisa y se ha deslizado por el suelo como los pelos afeitados hacia el desagüe del lavabo. Los dedos de mi pie derecho han tocado la madera, y en una centésima mi cerebro ha preferido tirarse con la muleta en lugar de apoyar todo el peso de mi sedentario organismo sobre el peroné, como si fingiese un penalti para llegar al Mundial que me perdería si vuelvo a quebrarme la pierna. Sudo. Sudo mucho. No estoy listo todavía para florituras estéticas...


miércoles, 21 de abril de 2010

Fuera de juego

Hoy, en mi duermevela matinal, me he acordado de aquellos partidos en Barrio Parque. Hubo una época en la que estaba tan enchufado que cuando metía un pase al desmarque de algún loonatico miraba a la banda. (Nunca jugamos con linier; ni siquiera con árbitro). Se lo conté un día a Eduardo, que jugó con nosotros en un par de ocasiones, y tuvo a bien preguntarme si alguna vez nos habían anulado un gol por fuera de juego. "Sí, una", mentí.

37 días

Sigue el récord... Me fui a la cama con el regusto dulce, pero no demasiado, de la derrota del Barcelona, y al rato, mientras sopesaba ver otro episodio de Nurse Jackie o continuar con un libro ligero pero delicioso de Amelie Nothomb, Aimar había descendido varios puestos de mi lista de prioridades accesorias. Es la primera vez en mi vida que no apoyo a un club español en competición internacional, y no me sabe bien, pero no es deseable que el Barcelona gane la Champions en el Santiago Bernabéu. No quiero ver a seres muy queridos destrozados por la previsible orgía de catalanismo culé en plena plaza de Cibeles, con Joan Laporta jugando a diva pornstar rociada de cava autóctono.

martes, 20 de abril de 2010

Nadie madruga escayolado (salvo para ver un partido)

Esta mañana, mientras pensaba en qué orden iba a cumplir mi nuevo y exigente ritual matinal antes de encaminarme al cuarto de baño (ejercitar el abductor derecho, para que no se atrofie tanto como mi abandonado gemelo; pincharme heparina en la tripa, para prevenir un trombo; colocar el ordenador en la mesa de nuevo, para trabajar [por las noches el Toshiba portátil ejerce de televisión y lo coloco encima de un mueble]; recoger ropa del suelo, para no resbalar con las muletas y romperme también la tibia; vaciar el cenicero, para no viciar demasiado el ambiente, etc.), me he dado cuenta de que llevo 36 días sin poner el despertador. Indudablemente, es un récord de mi vida adulta. Quién sabe si algún día acabaré rememorando con nostalgia la pereza de estas semanas. Una persona a quien respeto bastante me recomendó por email desde Buenos Aires hace un mes que "aprovechase la lesión para descansar". Y he acabado haciéndole caso...
Pero ahora leo que mañana a las 8.50 repiten en Gol Televisión el Academia-Benfica, que se jugó hace 48 horas en Coimbra (Portugal). Terminó 2-3. Pablo Aimar jugó 79 minutos. Me avergüenza reconocerlo, pero podría ser el primer madrugón de mi nueva vida.

lunes, 19 de abril de 2010

Llegar al Mundial

El día después de lesionarme, algunos amigos trataron de animarme diciendo que al menos yo llegaría al Mundial, no como Beckham, que tuvo el infortunio de romperse el tendón de Aquiles el mismo día y a la misma hora: domingo 14 de marzo por la tarde. (Si el universo no conspira en contra, este año viviré en Ciudad del Cabo el primer Mundial de mi vida). A fecha de hoy, es francamente dudoso que Fernando Torres llegue en buenas condiciones a Suráfrica, y tanto Iniesta como Cesc se recuperan de lesiones que les van a impedir acabar la temporada y luchar por trofeos con sus equipos. Huyamos de la exageración patriótica: los tres están sin duda entre los 20 mejores jugadores del mundo hoy día. La gran virtud de la selección española es la ausencia de una estrella fenomenal y decisiva de cuya inspiración o presencia dependan su juego y su mentalidad. Si no llega Torres, jugaremos sólo con un delantero. Si no llega Iniesta, jugará Silva. Fabregas, alma del Arsenal, no es titular. Si se lesionase Casillas, jugaría Valdés. Si cayera Piqué, estaría Albiol.
Una situación incomparable con la onda expansiva que provocarían las ausencias de Messi, Cristiano Ronaldo, Rooney, Drogba, Robben o Ribery, por ejemplo. Quizá sólo Brasil muestre un bloque tan compacto y equilibrado. Brasil...

jueves, 15 de abril de 2010

¿Por qué?

Hace un mes me rompí el peroné en Madrid al tirarme por un balón dividido, diez minutos después de haber cortado una pelota en el medio campo, conducirla un par de metros y soltársela al delantero por fuera, al hueco, a la derecha del defensa (era un campo de fútbol 7: no más de 12 metros de pase). Esa jugada acabó en 0-1 y fue el penúltimo momento de placer de mi vida como futbolista aficionado. Me he acordado demasiadas veces de ella durante estas semanas horizontales. Las roturas de peroné se curan, por supuesto. Lo que no se cura son las ganas de jugar como cuando tenías 22 años, pero con las cosas aprendidas desde entonces. Cuando tu cuerpo tiene 36 años, el desajuste te acaba llenando la vida de esguinces y escayolas, de parones innecesarios, así que he decidido concentrarme en otros deportes.
Este blog es un intento de sublimar la pasión futbolística hablando, entre otras cosas, de fútbol, de cómo relacionarse con el juego sin volver a calzarse unas botas.