jueves, 15 de abril de 2010

¿Por qué?

Hace un mes me rompí el peroné en Madrid al tirarme por un balón dividido, diez minutos después de haber cortado una pelota en el medio campo, conducirla un par de metros y soltársela al delantero por fuera, al hueco, a la derecha del defensa (era un campo de fútbol 7: no más de 12 metros de pase). Esa jugada acabó en 0-1 y fue el penúltimo momento de placer de mi vida como futbolista aficionado. Me he acordado demasiadas veces de ella durante estas semanas horizontales. Las roturas de peroné se curan, por supuesto. Lo que no se cura son las ganas de jugar como cuando tenías 22 años, pero con las cosas aprendidas desde entonces. Cuando tu cuerpo tiene 36 años, el desajuste te acaba llenando la vida de esguinces y escayolas, de parones innecesarios, así que he decidido concentrarme en otros deportes.
Este blog es un intento de sublimar la pasión futbolística hablando, entre otras cosas, de fútbol, de cómo relacionarse con el juego sin volver a calzarse unas botas.

2 comentarios:

  1. Aquí en Tokio llevamos mi señora y yo un minuto discutiendo si en la foto del perfil pareces avejentado (según myself) o argentinizado (ella). Igual de aquí a diez años te confundirán por Corrientes con la Bruja Verón.

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  2. Ambos tenéis razón - voy a empezar a desayunar Omega 3, como Galo...

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