jueves, 23 de septiembre de 2010

Lo más parecido a un dios menor

"¿Sabés qué jugador podría haber sido yo si no hubiese tomado cocaína? Qué jugador nos perdimos..."

No había visto el documental de Emir Kusturica sobre Maradona, quizá por la absurda convicción de que ya sabía lo que me iba a encontrar, pero debí darme cuenta de que hay películas, o reportajes, en los que basta colocar la cámara y empezar a grabar para sorprenderse. No podría haber un documental aburrido sobre el mejor futbolista de la historia. La película nos devuelve al Maradona anterior a su paso como seleccionador nacional y a su torpe ajuste con los modos y rutinas de ese oficio terrenal (organizar, seleccionar, disponer, representar). "No es fácil ser Diego Armando Maradona", como escuché un día por la radio. El peso enorme de la pasión ajena sólo lo conoce quien es capaz de despertarla. En esto, Maradona (que confiesa su admiración por De Niro) tiene mucho más que decir que Bono, Brad Pitt o cualquier estrella perseguida hoy por los 'paparazzi' de este mundo. Su estela sólo podría compararse con la de Elvis, Brando, Michael Jackson: artistas innovadores de resonancia planetaria y trascendencia atemporal que pagaron en sus carnes el precio del éxito masivo. Tenía razón Mano Negra: "Si yo fuera Maradona, viviría como él". No debe ser fácil representar a un dios menor. Ello no le faculta para ser un buen seleccionador ni para que sus opiniones políticas tengan mayor validez que los impulsos emocionales de cualquier otro hijo de vecino, pero nos permite rebobinar la cinta y regresar al periodo en que entraba y salía de las clínicas de desintoxicación y hablaba sobre sus debilidades con una franqueza y una profundidad jamás vistas en una estrella global.

Cuando le mandé a mi amigo M. un vídeo con los mejores goles de Maradona por su cumpleaños, allá por 2008, recuerdo haberle escrito en un papel pegado al DVD que me habían impresionado, sobre todo,"las hostias que le daban". Se las arreglaba para salir airoso de entradas criminales permanentemente. El documental de Kusturica es un poco repetitivo en algunas secuencias presuntamente cómicas de animación con mensaje político, y también incluye numerosas tomas del "gol del siglo". Yo, sin embargo, reparé por primera vez en la asombrosa fortaleza de piernas que muestra el siguiente vídeo: su primer gol contra Bélgica en las semifinales del Mundial '86 (Bélgica podría haber sido España si Eloy hubiese metido su penalti). No me importa ahora el golazo (en el que dribla, por cierto, al mismísimo Eric Gerets): me importa cómo logra sostenerse en pie, desequilibrado, trastabillado y eufórico, cuando corre a celebrarlo. No es mala metáfora de su vida. Cualquier otro se hubiese ido al carajo.





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