martes, 24 de agosto de 2010

Un balón con cascabeles

El número 5 de Los Murciélagos tiene el físico de Lisandro López, y nada más empezar el partido hace un doble regate de espaldas, con túnel incluido, a dos franceses que también son ciegos y llevan antifaces blancos. El balón contiene un pequeño cascabel orientativo y no hay fueras de banda. Los pases al hueco adquieren una nueva dimensión. Los jugadores, cuando se saben en posición de disparar, escuchan las indicaciones del entrenador que les habla desde detrás de la portería rival. Los Murciélagos son la selección argentina de fútbol para ciegos, campeones del mundo en 2002 y 2006, y por primera vez en mi vida me tumbo a disfrutar de esta modalidad de balompié, particularmente cautivadora, en la que los goles se celebran de una forma muy parecida al fútbol con visión y los jugadores (para mi sorpresa) apenas se caen al suelo. Los porteros no son invidentes, y los partidos no suelen decantarse por goleadas. El número 5 de Los Murciélagos domina el partido con una superioridad evidente, pero no acierta con la portería. Le hablan, le consuelan, le animan. El conjunto es un alegato fascinante a favor de la superación y la belleza. Hay un penalti a favor de Francia (teledirigido por el entrenador que está detrás de la portería rival): sale lamiendo el poste. Dos minutos después, el '10' galo emula a Messi y convierte un gol maravilloso que celebra con los brazos en alto, corriendo por la banda mientras tantea la valla publicitaria para no tropezar y poder abrazarse con los compañeros sentados en el banquillo. Es fútbol y, por tanto, imprevisible.

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