sábado, 21 de mayo de 2011

La gran ciudad



Sonrío al aterrizar junto a las aguas cansadas del río de la Plata, allí donde una vez viví deprisa, y al bajarme de mi primer taxi me encuentro con Guillermo Vilas descargando unas raquetas junto a unas niñas pequeñas que no sé si son sus hijas o sus nietas (dedico una sinapsis por primera vez en muchos años a Carolina del Mónaco), Belgrano chico, Fernando Redondo quiso una vez comprar esta casa, a Vilas casi no le veo, pero a la china me la encuentro cada dos por tres, ¿china?, sí, bueno, o japonesa, o como concha sea, bebo una Coca Cola Light en plena tarde de miércoles y hablo de Del Bosque y de Mourinho y de Iniesta y miro el reloj porque tengo que pedir un remís, he aterrizado junto a las aguas cansadas del río de la Plata y me voy a la coach de mi hermana, mastín dixit, consulto Internet por precaución y me entero de que se ha retirado Iván de la Peña entre lágrimas, guardo el artículo de Segurola para leerlo después, mañana, cuando pueda, en las sesiones laborales y musicales de Barrio Norte con el calvo, ahora voy a dedicar ochenta minutos al privilegio de clase media del autoexamen conversado, cojo otro taxi hacia Libertador, por teléfono acierto a la primera que en Mendoza se cenan hoy milanesas con puré, "¡Síííííííííííí!", llego a Pereyra Lucena, hace meses que no piso esta casa, abro la maleta para llevarme el neceser al cuarto de baño y cuando me he quitado la camisa irrumpe el amigo bávaro acaudalado de mi primo, ¿dónde tenías esa colonia de fucker?, buenas noches, soy Pedro, oye primo, tu amigo parece un poco brasas, ¿es caro el restaurante?, no demasiado, pero en realidad lo será, 600 gramos de goce mamífero, en la mesa de cuatro acabaremos siendo diez y pagando cinco, y a las 12.30 tomaremos sorpresivamente un taxi emancipador hacia la calle Ecuador, "Romario no era humano, ¿me entendés?, era como jugar con un escorpión, te mataba el guacho", suerte, señor, qué buena hora para llegar a casa, y sin embargo el calvo nos espera con jazz, malta, Grooveshark y una sonrisa inconfesable propulsada por SMS. Llevo en la ciudad siete horas y me quedan ochenta y seis.

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