martes, 11 de mayo de 2010

Superando la ficción

Me había pasado aquella tarde de domingo sin fútbol celebrando el final de mi etapa coja, puesto que el lunes era el plazo previsto para hacerme la última radiografía y empezar a apoyar el pie. (Llevo ya, de hecho, quince días sin escayola). A la mañana siguiente puse el despertador por primera vez en 57 días, me duché con mayor celeridad de la habitual, por los pasillos iba probando a posar la planta en el suelo para ir notando sensaciones, como suelen decir los deportistas lesionados, y hacía mientras tanto los cálculos mentales necesarios para mi regreso a Argentina y mi llegada en plena forma al Mundial. Dos horas después, un doctor trataba de cambiar mi cara de funeral y me explicaba que la razón de prolongar las muletas tres semanas, en contra de la estimación inicial, no es una complicación articular, sino sencillamente que el callo óseo de la soldadura necesita consolidarse un poco más para evitar algún desplazamiento futuro que corone mi madurez con una artrosis galopante en el tobillo. Para poder volver a pisar y apoyar peso sin ningún riesgo, ese callo necesita terminar de formarse. Pero la articulación está intacta, me prometen.
"Lo primero es lo primero", respondi, tragándome mi urgencia de cruzar el Atlántico y empezar a fortalecer la pierna cuanto antes, como si fuese un general que opta por rendirse ante la garantía de que se respetará la vida y la integridad de sus hombres.
Parece que este diario no será cosa de un día, y ahora el reto, increíblemente, es llegar suficientemente recuperado al Mundial.

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